[Nota: Porno,
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Días libres. ¿Cuál era la forma favorita de
aprovechar un día libre para Takaki? Salir a pueblos con lagos o playas, algo
solitarios y… completamente aburridos.
Miré por la ventana la repetición constante
del paisaje, casi imperceptible por mis ojos, ya que, íbamos viajando de noche,
pero la luna iluminaba tenuemente el prado y los cerros. Cambié la música por
octava vez, la frecuencia se desvariaba a cada kilómetro, la estática nos tenía
hastiados.
—
¿Puedo
poner música de mi celular?
—
Sería
lo mejor— Sonrió Yuya, entregándome el cable para conectar ambos puertos.
—
Maldición,
no le queda batería.
—
Pon
el mío, entonces.
—
¡No!
No me gusta tu música—Fruncí los labios mientras él reía.
—
¡Oh!
Mira, hay una estación de servicio. Pasemos a beber un café y aprovechas de
cargar tu móvil.
—
Vale.
Estacionó el auto a las afuera de la tienda. Cuando
nos bajamos, me percaté se un ruido extraño, como un disparo. Miré al interior
de la tienda y vi a dos hombres, asaltando al único vendedor. Abrí mis ojos y
como reacción inmediata, tomé el brazo de Takaki, para que no ingresara.
—
¿Qué
fue eso?
—
Shhh—
Dirigí mi vista hacia los asaltantes, para que entendiera mi mensaje.
—
Maldición.
No tuvimos mayor tiempo para reaccionar.
Takaki, fue más instintivo y me empujó detrás de la puerta. Los ladrones
corrieron con el único objetivo de desaparecer lo más pronto posible de allí.
Desesperadamente, me quité a mi novio de encima e ingresé al local, sabía que
había alguien herido.
—
¡Ayuda!
—Era un hombre, de unos sesenta y tantos años, estaba herido en la pierna.
—
Tranquilo,
nosotros lo auxiliaremos.
Con solo una mirada, bastó para que Takaki se
moviera. Cargó el cuerpo adolorido del señor de un solo esfuerzo, yo abrí la
puerta del auto, permitiendo que se recostara. Nos subimos apresuradamente y
partimos en dirección hacia algún hospital.
—
¿¡Dónde
hay un hospital!? —Le vociferé al hombre, para que no se durmiera durante el
viaje.
—
S-Sigan
d-derecho… hasta la plaza, verán una casa con cruz roja, ahí…—Yuya aceleró.
—
¡Resista!
Llegamos al hospital y Takaki volvió a tomar
al hombre en sus brazos, sacándolo del auto a una velocidad impresionante. Yo pedí
ayuda a la primera persona que se nos cruzó por delante. Llamaron al médico de
turno y trajeron una camilla, ingresándolo a cirugía de emergencia.
Cuando lo vi desaparecer entre las puertas,
pude respirar más aliviado.
—
¿Qué
sucedió? ¿Son parientes? Necesitamos que respondan algunas preguntas—Indicó una
enfermera.
—
Somos
turistas, quisimos pasar por un café y nos percatamos del asalto, no pudimos
detener a los ladrones, pero él estaba herido…—Contestó agitado, mi
acompañante.
—
¿Él
es el hombre que atiende la tienda de conveniencia de la estación de gas?
—
Exactamente…
—
Ya
veo, los llevaré a la estación de policía que está al frente, deben denunciar
el hecho, pero antes, denme algún número de contacto.
Así lo hicimos. La enfermera nos llevó hasta
a la estación, que estaba a unos cuantos pasos del hospital; este pueblo era
demasiado pequeño, pensé.
Ingresamos y solo había dos policías, leyendo
el diario. Al parecer, jamás sucedía nada en aquella área. Suspiré.
—
¡Yumi-kun!
—Dijo el policía más senil, como si la visita de esa mujer, fuera lo más florido
del día.
—
Buenas
noches, Takano-san. Verá, estos chicos acaban de presenciar un asalto al señor
de la gasolinera, quien fue baleado en la pierna. Sería bueno dejar constancia
del hecho o mejor aún, que vayan a buscar a los ladrones.
—
¡Claro,
claro! ¡Lo que usted diga! Déjame anotar sus nombres.
La muchacha se fue y quedamos a solas con los
dos hombres, quienes nos llenaron de preguntas sobre lo que habíamos visto.
—
¿Cómo
eran los ladrones?
—
Ya
le dije que no lo sé, todo fue muy rápido— Rebatí, frustrado.
—
Eran
de contextura delgada, como cualquier japonés. Tenían ropa deportiva y
pasamontañas en sus rostros. Huyeron en dirección a la carretera—Repitió Takaki—
Es todo lo que sabemos.
—
Oye,
Takano, es mejor que vayamos a buscarlos— Propuso el policía más joven.
—
Sí,
deberían— Les mencioné malhumorado. Era el colmo.
—
Ustedes
vayan a casa— Nos dictaminaron.
—
No
somos de aquí y no tenemos reservas en ningún lugar— Ahora, era Yuya quien
afloraba su mal humor.
—
Bien,
entonces quédense aquí hasta que volvamos.
—
¿¡Eh!?
Los uniformados salieron en búsqueda de los
malhechores, dejándonos con un sentimiento confuso.
—
¿Así
que ahora somos los guardianes de este pueblo?
—
Al
parecer…—El castaño sonrió y fue a cerrar la puerta, para que nadie entrara a
pedir ayuda policial.
Observamos el lugar. Era una pequeña oficina
formal, asemejándose más a una casa. Poseía una cocina, un pequeño lugar para
detenidos, bóvedas con armas, esposas, bates, sombreros de oficial, entre otros
artefactos curiosos.
—
Al
menos hay café y agua caliente—Indiqué un hervidor y dos tazones.
—
¡Eso
suena estupendo!
Preparé dos tazas de café, rebuscando un poco
más, hallé galletas y una radio. Sintonicé música con mucho esfuerzo y nos
sentamos en el escritorio que habíamos sido interrogados.
—
¿Serán
idiotas? ¿Para dejarnos a cargo de la oficina? —Preguntó Yuya, sorbiendo de su
taza.
—
Revisé
cada pieza y no hay nadie, pero… es una estación de policía, deberían haber…—Murmuré,
buscando lo que creía— Cámaras…—Susurré apuntando una.
—
Oh,
ya veo… así que seguimos siendo vigilados. No creo que se enfaden porque
tomamos algo de café ¿Verdad?
—
Es
su culpa por dejarnos al mando de este cuchitril— Expresé molesto.
Esperemos durante unas una hora, sin saber
nada sobre los policías. El cansancio estaba llegando a nosotros.
—
¡Qué
aburrido! —Pataleé y me levanté hastiado, sin dirección concreta—¿Por qué todos
nuestros días libres terminan arruinados de una u otra forma?
—
No
lo sé… Creo que es debido a mi mala suerte, tal vez…—Takaki estiró sus brazos y
se sostuvo del marco superior de silla, quedándose en esa posición, mirando al
cielo.
—
Tú
y tu…—Volví a ver la bóveda y una idea poco sana pasó por mi cabeza. Había dos
esposas con llaves. Las probé y sonreí ladino.
—
¿Tú
y tu…?
—
Tú
y tus planes ridículos…—Me acerqué lentamente y como si se tratara de una
travesura, presurosamente até ambas muñecas del alto a la silla, impidiéndole
la movilidad de sus brazos. Se hallaba en una posición bastante incómoda.
—
¿Q-Qué
haces?
—
Me
divierto un poco… de todas formas, es tu culpa que estemos en esta situación—Insinué,
quitándome la pañoleta que llevaba en mi cuello, para cubrir los ojos del
mayor.
—
H-Hey…
—
Shhh…—Anulé
su vista con violencia, echando su cabeza hacia atrás en el proceso, susurrando
en su oído. —Tengo una idea loca en mente…—. Él, tragó saliva, mordiéndose el
labio.
Lo siguiente que hice, simplemente me nació.
De todas formas, hace mucho que no podíamos estar a solas y tener relaciones
como es debido. Takaki siempre dominaba, pero con demasiada amabilidad; hoy, me
decidí a cambiar ese paradigma.
Corrí el escritorio de los policías, dejando
más espacio para mi entretenimiento. Abrí su chaleco y lentamente mis manos
descendieron por su torso por sobre la camisa. Me arrodillé frente a él,
tomando con firmeza el cinturón, provocando más de un espasmo en él. Lo
desabroché lentamente, quitándolo de su lugar. Lo estiré, creando aquel sonido
aterrador de cuando tus padres te van a golpear con el cuero. Yuya saltó del
miedo, haciéndome sonreír malicioso.
Él estaba callado, atento a cada movimiento,
casi sudando. Con el cinturón doblado, lo posé sobre su mejilla. Noté el
aumento de sus inhalaciones y como las venas de su cuello, palpitaban
sigilosamente. Descendí el cuero por su cuello, por su pecho, su estómago,
hasta llegar a su falo, por encima de sus pantalones. Golpeé suavemente, sin la
intención de hacerle daño, simplemente de hacerle gemir.
—
¡AHH!
Y-Yuri…
Su cuerpo estaba demasiado atento. Me acerqué
a su garganta, succionando con ganas aquella manzana de adán. Desabroché su
camisa, dejando un beso por cada botón. A pesar de la costumbre y el gusto que
teníamos ambos, porque Takaki dominara, por primera vez, entendí lo divertido
que era estar en su posición.
Cuando vi su torso descubierto, mi corazón se
aceleró. Sin controlarme, succioné una de sus tetillas, mientras mis uñas se
encargaban de dejar surcos rosados sobre sus costillas.
—
S-Si
sigues… yo, no podré controlarme… por favor. —Me instó, provocándome aún más.
Estiré de una mordida su pezón, para cuando lo solté, mis dientes estaban
completamente marcados en su piel.
—
Lo
siento, me estoy divirtiendo…—Le expliqué, acariciando confianzudamente su
miembro con mi diestra.
Estaba creciendo en mi mano y Yuya solo podía
ahogar gemidos, para no sentirse avergonzado luego. Relamí mis labios, abriendo
su pantalón. Abracé sus caderas y mi boca comenzó un juego con aquella parte
que adoraba. Besé su miembro por sobre su bóxer, y succioné repetidas veces su
tela. Mordiendo suavemente aquel pedazo de carne y jugando con mi nariz, con
tal erección. Con mis dientes, bajé su ropa interior y sin pensarlo demasiado,
engullí su pene en mi boca.
—
¡A-Ah!
O-Oye… si quiera… déjame ver—Me suplicó.
Ignorándolo plenamente, continué con mi
trabajo. Mis manos, se mantenían traviesas y retorcían cada parte de su piel,
dándole grandes apretones. Él soltaba suspiros cada vez más grandes, ahora, sin
restringirse. Al ambiente estaba candente, de hecho, mi propio miembro ya se
estaba despertando de solo oír los jadeos del castaño. No me quedaba demasiado
tiempo antes de liberarlo, así que debía aprovechar.
Sostuve la base de su falo, y comencé a
embestirlo con mi boca con tanta dedicación que presentí el momento exacto en
que Takaki se iba a correr. Lamí solo la punta, llevándolo al extremo. Observé de
reojo sus reacciones. Advertí como mordía su chaleco, que colgaba desde sus
hombros a causa de las esposas. Estaba completamente sonrojado, resistiendo de
la mejor manera mis travesuras. Sus muñecas se estaban dañando por la fuerza
impuesta en cada espasmo, así que, decidí terminar con su sufrimiento. Volví a
meter todo su pene en mi boca, succionando fuertemente. Su semen invadió mi
paladar y garganta. Tragué todo su sabor, saboreando aquel líquido particular.
—
A-Ah…
A-AH… E-Es suficiente… —Intentó respirar—. Suéltame —Me ordenó.
Sabía que lo que me tocaría no sería nada cordial.
La posición de las aletas de su nariz, estaban demasiado abiertas, indicando
enojo. Me levanté y busqué las llaves de las esposas. Librándolo.
Se levantó raudamente de esa silla,
quitándose la pañoleta. Nos devoramos con la mirada; Él aun preguntándose cómo
había sido posible que esto sucediera y yo, colocando mi rostro más inocente.
—
No
lo intentes conmigo… no creo en esa cara, no ahora.
—
Lo
sé… s-sólo sé amable…
—
Lo
siento, pero es mi turno de divertirme.
Tomó mi muñeca, lanzándome contra la pared. Comenzó
con un roce sexual entre su miembro y mi trasero. Estábamos demasiado calientes
como para no gozar de ello. Moví mis glúteos a un nivel obsceno y él metía sus
manos dentro de mis ropas íntimas. Cada vez, estaba acorralándome más en contra
de la pared y su cuerpo. Mis suspiros salían sin más. Jamás le había visto así,
tan exasperado.
Bajó mis pantalones de un solo movimiento, y
sus manos acariciaron el camino que llegaba hasta mi ano, introduciendo uno de
sus dedos en mí.
—
M-Maldición,
Takaki…—Empuñé mis manos. No me esperaba aquella intromisión tan repentina.
Comenzó a besar mi cuello, mientras simulaba embestidas con su dedo y la ayuda
de todo su cuerpo.
Paulatinamente, afirmé mis palmas sobre la
pared, acercando aún más mi cuerpo al de Takaki y solapadamente le ofrecí mi
entrada. Sin ser tonto, Yuya tomó mis caderas y las acomodó en una posición inmoral,
dejándome casi en noventa grados.
Ingresó con su erección, sacándome un grueso
gemido y varias gotas de sudor. Su pene satisfacía cualquier avaricia sexual
que pudiera poseer.
—
D-Dios…
Yuya.
Me embistió brutalmente, chocando reiteradas
veces nuestras caderas. Mi cuerpo perdía fuerzas y sostenerme era casi
imposible, por la falta de aire. Se detuvo por un segundo, dejándome con un
gemido a medio salir. Iba a preguntar qué le ocurría, pero giró mi cuerpo forjando
el cruce de nuestras miradas. Me desvistió totalmente y por primera vez en esa
noche; Nos besamos.
Era un beso sucio, deseoso, candente, pero de
cierta manera, lleno de afecto. Mis manos le quitaron sus molestas prendas, al
menos el chaleco y la camisa que aun pendían de sus hombros. Lo abracé con
necesidad. Ingresó nuevamente su miembro en mí, acabando el gimoteo que había
quedado a medio salir.
La posición no era ciertamente cómoda, por
ende, Yuya me alzó y rápidamente abracé su cuerpo con mis cuatro extremidades.
Con el refuerzo de la pared, continuó el movimiento. No conseguíamos detener el
beso. Estiramos nuestros labios, jugamos con nuestras lenguas.
Lo que
había iniciado como un simple juego, estaba concluyendo de forma muy penetrante.
Llegué a temer por un momento, por lo incontrolable de la situación.
Desordené y tironeé de su cabellera. Jadeé enérgicamente
frente a sus labios, mientras varias convulsiones invadieron mi parte baja. No
fue necesario que me acariciara, mi semilla se esparció por nuestros cuerpos libremente.
Estrujé el cuerpo de mi novio, sintiendo su eyaculación por segunda vez. Amaba el
ardor que dejaba en mi interior.
El cansancio le pudo y sus piernas cedieron,
cayendo ambos el suelo. Pero eso, no impidió que nos abrazáramos aun con más
fuerzas. No tenía ganas de separarme de él. Takaki es mi punto débil, aunque no suela reconocerlo.
Acarició mis cabellos mientras me acomodaba
en su pecho. Miró hacia el techo con una enorme sonrisa de satisfacción, hasta
que sentí la variación de su ritmo cardíaco. Se había asustado.
—
¡Las
cámaras! —Me miró, aterrorizado a lo que yo me largué a reír.
Dios bendito estuvo muy bueno en cuestión 0.0 no sabía de este blog (creo que ya no esta en función pero era muy muy bueno, espero leas mis felicitaciones :)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias por haber leído mis fics ;_____;
EliminarNo, gracias a ti por dejarlos por aquí c:
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