No había
suficiente sol, pero se puso sus gafas y un gorro, de esos que tanto le
gustaban, pero esta vez no por querer, sino que, el camino del hotel a la van, unos
cuantos paparazzis y fans podrían notar su rostro ya cansado de tantos
conciertos y noches sin dormir lo suficiente.
Saludó con
una leve sonrisa, afinando sus labios, agachando la cabeza y levantando su
palma. Se subió primero que todos, tomando el último asiento de esta. Así era
la regla, llenar de atrás para delante, para que no hubiera pérdidas de espacio
en el carro.
No tomó mucho
en cuenta quien tomó la posición siguiente en su costado, porque su vista estaba
perdida en la ventana. Suspiró soltando vaho, empañando el cristal.
Cuando ya
todos estuvieron arriba, se despedían aun animados, con sonrisas y energía;
Pero cuando el carro prendió el motor con destino al aeropuerto de Tailandia,
un pesado aire invadió la nave, como si esencias de amapolas cubrieran la
atmósfera.
Los párpados
de todos en la van comenzaban a caer y rápidamente se comenzaban a afirmar de
las ventanas, respaldos o compañeros, quedándose dormidos sin si quiera darse
cuenta. Los ojos de Kei aún estaban clavados con el cristal, junto a su frente.
Lentamente caía en la tentación de entregarse a Morfeo, pero alguien le ganó.
La cabeza de Daiki cayó con fuerzas en el hombro del mayor, haciendo que ambos
se despertaron algo sobresaltados.
—Ah, Lo siento, Kei—
Se disculpó, volviendo a su posición recta.
—Está bien, déjalo.
La amable mano del mayor, ingresó sus largos
dedos entre el cabello de Arioka y lo atrajo nuevamente a su hombro. La calidez
que le entregaba en esa zona, era agradable.
El camino parecía eterno, pero de alguna
forma, lo agradeció. Ya que con sus dedos comenzó a jugar con el cabello del
castaño. Hizo un rizo cerca de su oído, lo marcó con tantas vueltas que quedó
impregnado, estático en su peinado. Ya satisfecho con haber marcado esa parte,
continuó con su nuevo sujeto de exploración. Sus yemas tocaron su sien, podía
sentir unas leves palpitaciones; <<Quizás
son por el susto recién dado>> Pensó. Al golpearse la cabeza contra
el hombro, pero lentamente, el ritmo se mezclaba con la paz de sus mejillas.
Las acarició, estando un poco heladas; Raro para ser el chico. Quiso entibiárselas
con su propia palma. Supuso que el menor ya se había dormido, producto del
silencio mortal que reinaba al automóvil, era posible que solamente Inoo fuera
el único ser despierto en ese espacio.
Se aprovechó de esa situación y miró al
menor; Dormía plácido sobre él, incluso podía divisar una sonrisa tan leve como
su respiración. Vio su frente, sus cejas, sus párpados y largas pestañas. El
puente de su nariz, sus dos pómulos y ahí estaban, sus carnosos labios. Relamió
los propios, como si se estuviera preparando para algo. Las yemas acariciaron
sus cejas con suavidad, bajando por sus ojos. De a poco, podía conocerlo, el
camino físico de su rostro, aquellos huecos del rostro que eran propios del
menor. De a poco sentía que si le vendasen la visión, podría reconocer a aquel
chico tan solo con su tacto. Sonrió.
Con su mano libre, subió sus gafas hasta su
gorra, dejando ver su mirada cansada pero entretenida. Volvió a mirar al
castaño y tragó saliva. Se estaba acercando a terrenos peligrosos, pero a
sabiendas de que el menor dormía, simplemente lo hizo. Con extrema suavidad, su
dedo meñique rozó su labio inferior, pudiendo sentir la exquisitez y rugosidad
propia de este. Pero sin entender bien, su dedo comenzó a doler: Eran los
dientes de Daiki. Pero poco a poco, el malestar comenzó a apaciguar, al sentir
algo húmedo, como una caricia en su dedo: Era la lengua del chico.
Se sonrojó levemente, sin hacerlo notar.
—¿No estabas durmiendo? — Consultó con
tranquilidad, moviendo su dedo dentro de su boca.
Arioka, al no poder hablar, contestó con una
acción. Succionó su dedo como si estuviera haciendo una felación. Un acto
bastante travieso de su parte.
Inoo sonrió y con cuidado quitó su dedo,
mirando esta vez los labios y los ojos del menor, alternadamente. Se separó
leve, para tomar su barbilla. Pegó una mirada fugaz a los pasajeros del carro;
Todos dormían. Al acercarse, cerró sus ojos, al igual que Arioka al saber lo
que pasaría. Sintió unas esponjas suaves, que absorbían su saliva, su alma, su
espíritu. Le estaban robando su energía, su tranquilidad, pero le gustaba. Fue
primoroso conocer al menor con sus dedos, ahora, era exquisito sentirlo con sus
labios; Solo le queda conocer todo su cuerpo con éstos.
Tsk me quede con ganas de más ewe pero estuvo excelente.
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