diciembre 28, 2014

"Secuestro" I [Takachii]

Capítulo I: “Aquella voz”

Cuando abrí mis ojos, fue como si no lo hubiese hecho. Una tela cubría mis párpados y cuando quise sacarla, me sentí limitado. Otra venda estaba coartando mis movimientos. Entendía que no estaba en mi casa, mucho menos en mi cama. Mi cuerpo estaba helado e imaginé que hace unas cuantas horas, durmiendo sobre el piso. Pero… ¿Qué fue lo que sucedió?
Lentamente, me incorporé, sentándome sobre mis glúteos. Olí mí alrededor y un putrefacto olor a humedad, nadó en mi nariz. Con asco, hice una arcada.

   —¿Ya despertaste? —Una voz golpeada, oí frente a mí. Alcé mi rostro con brusquedad y dirigí mi cabeza hacía esa voz.
   —¡¿Quién eres?! — Interrogué con brutalidad, intentando zafarme de mis ataduras, moviéndome de un lado a otro, pero eso solo hizo que me llegara otro golpe en la espalda. —¡AH! — Chillé del dolor y me quedé tranquilo, esperando por una respuesta.
   —No intentes escapar, niño. O recibirás otro de esos— Dijo la voz, que más bien parecía el sonido de una radio mal sintonizada.

Escuché al individuo irse, y la persona que estaba a mi lado, me puso el palo encima de la espalda; Cerré mis ojos esperando otro golpe, pero nunca llegó. Sus pasos fueron a llegar a un asiento (Supuse) que estaba más apartado a mí.
Pasaron horas (o así lo sentí) Y no dijimos ninguna palabra, yo sabía que él estaba ahí, pero no sabía si él me notaba a mí. Me sentía solo y desesperado.

Cambié de posición, ya que mi trasero me dolía demasiado. Adopté la típica posición japonesa y bajé mi cabeza, al sentir mi estómago resonar de hambre. De a poco me sentía impotente, quería que alguien me dijera que estaba ocurriendo, porqué hacía tanto frío, porqué estaba ahí y no en mi casa… Y por qué no podía decir nada.

   —¿Chinen Yuri, verdad? — Dijo la voz, a la lejanía.

Guardé un sepulcral silencio.

   —Acabamos de llamar a tu padre, por tu rescate. Es increíble que no hizo problemas por la cifra que le propusimos. En una de esas… Podamos sacarle algo más…
   —Quiero orinar—. Dije seco.
   —Hazlo, no me interesa.
   —No puedo con las amarras…
   —Yo no te voy a ayudar…
   —¡Ayúdame!
   —Si te suelto, quizás que vas a intentar hacer… —Resopló y perezoso se acercó a mí, me ayudó a pararme y volteándome con brutalidad. Abrió mi pantalón y bajó mi ropa interior. Intenté moverme y evitar su mano.
  —¡Oye, ¿Qué haces?! — Le grité, pero él era mucho más fuerte y alto, por lo que noté, al sentir que su barbilla chocaba con mi cabeza.
   —Quédate quieto. —Me ordenó totalmente serio. Tomó mi miembro y lo elevó un poco, para que yo pudiera orinar. —Tienes suerte de que estoy a tu cuidado.

¿Suerte? Yo no llamaría eso suerte, pero sí que aquel hombre me ayudó. Me cerró el pantalón y volvió a lanzarme al suelo, como si ese fuese mi lugar.

   —Pero a las 7 se acaba tu suerte—. Mencionó la voz.
   —¿Qué es esto?
   —Entre menos sepas es mejor. Ahora, cállate.

            Por alguna razón, le hice caso. Sabía que entre más hablara, más golpes recibiría. Decidí comenzar por las cosas que sabía. “Me llamo Chinen Yuri, tengo 17 años, voy en último año de la secundaria. Mi familia tiene dinero y yo soy antisocial. Lo último que recuerdo fue haber ido a la escuela, ver un auto sospechoso de hace muchos días cerca del trayecto y haber pasado a una tienda de videojuegos. Cuando quise volver a mi casa…” Y ahí es cuando mi relato muere, porque no recuerdo que pasó. Pero a juzgar por los hechos, alguien me golpeó o me noqueó hasta el punto de dejarme inconsciente. Me trajeron hasta acá, un lugar húmedo y mal oliente, parece una prisión, pero lo dudo. Dijeron que llamaron a mi padre, algo de una recompensa… ¡Secuestro! Abrí mis ojos y mi respiración aumentó hasta el punto casi grave. Intenté conservar la calma para no llamar la atención del sujeto que tenía a mí alrededor.
            Me rasqué entre mis nudillos, era la picadura de la araña de esta mañana. Sonreí irónico, jamás pensé que este tipo de cosas fuesen verdad.

            Pasaron las horas, ahora que sabía que estaba secuestrado, el miedo me comenzaba a paralizar y más invisible me sentía. Oía teléfonos sonar, algunos murmullos y globos de chicles siendo reventados, pero nadie me decía ni una sola palabra, hasta que aquella voz, más familiar que las otras se acercó a mí.

   —Se acabó tu suerte, pequeño—. Susurró cerca de mi oído y me revolvió el cabello, aunque traté de evadirlo.
   —¿A qué te refieres? —. Pero sus pasos cada vez se hacían más lejanos.

            Esperé un momento, atento a los ruidos de mí alrededor, de pronto, siento un olor a cigarrillo y escucho unos pasos más  fuertes y que grita a viva voz:

   —¡Qué tenemos aquí!—. Se acerca violentamente y me toma por los cabellos de la nuca, tirándomelos y haciendo que mi “vista” se dirija a la él. —Un bebé de casa…—Me olía y sentía su aliento putrefacto, entre cigarrillo y alcohol. —¿Sabes? — Me dijo. —Odio a tu raza pero me hacen ganar mucho dinero…

    Me apretó más fuerte de la nuca, enterrando sus uñas en mi cabeza. Apreté mis párpados fuertemente. Este tipo estaba loco y realmente no iba a detenerse.

   —¿Sabes qué te hace falta a ti, niñato? —. Rió y de pronto sentí un dolor intenso en mi cuello, bajo mi oreja izquierda, me estaba quemando con su cigarrillo, provocándome una quemadura de segundo grado.

  —¡TSK! ¡AAAH! —Grité y para él callarme me clavó una patada en el estómago.  —¿Q-QUÉ TE PASA!? —. Me quejé hecho una bola en el piso. Mis parpados se apretaron fuertemente, aquel dolor físico, jamás lo había sentido, era insoportable.

   —¿Qué me pasa?— Rió—. Pasa que te enseñaré lo que es sufrir, te mostraré lo que es la vida en realidad y no, no estoy hablando de jacuzzis ni videojuegos. —Sentí otro golpe, pero esta vez era una patada en seco por la espalda, estoy seguro que me quebró una que otra costilla, me quedé inmóvil, me costaba respirar y recuperarme de cada golpe era casi imposible.

   —D-Detente…—Le pedí.

  Ignoró mi súplica y me tomó de las ropas, alzándome hasta quedar frente a él.

   —Odio a los niños ricos ¿Pero sabes? Hay algo bueno de ellos… hasta sus cadáveres me dan mucho dinero…—Me advirtió y a pesar de tener una venda en mis ojos, supe que estaba sonriendo, se estaba riendo en mi cara y de mí…
   —Entonces mátame luego… —Le desafié sin emoción alguna y con todo mi odio, le escupí sobre los dientes. —¡MÁTAME!
 
Un combo me calló, dejándome casi inconsciente. De mi boca salía sangre, lo sentía por el sabor. Mi cuerpo se hizo débil y todas mis fuerzas se desvanecían mientras sentía que aquel tipo bajaba mis pantalones y la ropa interior, un dolor punzante me invadió el cuerpo desde el ano. Me desmayé en ese preciso momento y no supe que más pasó…

 — o —

            Sentí una textura blanda y húmeda en mi mejilla. Comencé a reaccionar y si no fuera por el infinito dolor que empecé a sentir en todo mi cuerpo, mi espalda, mi trasero, mi estómago; hubiese pensado que estaba muerto. (Ojalá hubiese sido así).

    Ah—. Me quejé, me ardía muchísimo.
    Buenos días, pequeño—. Dijo esa voz familiar. — Lamento que te haya sucedido esto, en verdad…

Guardé silencio. No estaba de humor para la pena de otros y tuve que comenzar de nuevo. “Me llamo Chinen Yuri, tengo 17 años y voy en último año de la secundaria. Estoy secuestrado porque mi familia tiene dinero… Mi padre aun no aparece. Anoche un hombre me golpeó y gritó… le escupí y…” Mordí mi labio fuertemente, esto no podía estar pasando. Mis manos comenzaron a temblar junto con todo mi cuerpo y evité llorar. ¿En verdad todo esto estaba sucediendo?

—¿Estás bien?

Fue aquella voz que me despertó de mis pensamientos. Aunque aún estaba con la venda en los ojos, echado en el piso, intenté guiar mi vista hacía donde sentí su presencia. Quería hacer muchas preguntas, golpear a muchas personas, pero todo esto se atropellaba en mi lengua y no sabía qué bien decir.

—¿Por qué? —. Mi voz se cortó a mitad de frase, noté que aún tenía ganas de llorar, por lo que tragué saliva y desvié mi mirada. —¿Por qué yo?

Lo oí suspirar, y guardar las pinzas en una caja metálica con el que estaba curándome. (Lo supe por el olor a alcohol que expelía aquel material blando).

—Porque tu familia tiene dinero… y tú eres el hijo de ellos—. Me contestó.

Pero yo no quería esa respuesta. Yo no preguntaba eso exactamente. Yo me refería a un “por qué soy yo quien está aquí, por qué soy yo, quien es el hijo, por qué mi familia es millonaria o porqué justo me tocó a mí esta vez”. Pero eran preguntas que jamás un idiota como él, iba a poder contestarlas.
Volví a mi silencio, cerré mis ojos por debajo de la venda y suspiré.

—Mientras estabas inconsciente…—Habló la voz. — te hice una revisión rápida. Tienes una fisura en tu costilla, nada muy grave… pero que al salir de acá debes tratártelo… tu mejilla está hinchada y herida, te debió haber golpeado muy fuerte…—Notaba en su voz, un tono de culpabilidad, ni siquiera entendía porque me decía esto. —Y encontré un moratón en tu estómago, pasará en una semana, la quemadura quedará para siempre eso sí. Te recomiendo que no te muevas mucho…

—¿Qué haces? ¿Por qué me dices esto? ¿No estás de su lado? ¡Hipócrita!—. Le chillé, no tenía ganas de oírlo a él ni a nadie. Tenía rabia acumulada por lo que estaba pasando. Me senté sobre mis glúteos a pesar del dolor y me  hice una bola afirmada a la pared. No dijimos nada más durante todo el día.

   La voz, me trajo una bandeja con arroz, pero no quise comer. Mis manos aún estaban atadas, no podía hacer mucho que digamos. La idea de matarme comenzaba a hacerse más fuerte en mi cabeza y eso era mucho mejor que dejarme matar por ellos. Las horas pasaban y mi estómago reclamaba, además de mi vejiga. Rendido, me moví un poco y susurré:

   —Quiero orinar…—. Me sentía terrible. Jamás pensé que tendría que pedir ayuda para hacer este tipo de cosas.

   El hombre se acercó a mí y tal cual como lo había hecho el día anterior, me ayudó a levantarme, me encaminó a un piso helado y me hizo orinar. Cuando acabé, me devolvió a la pared en la que estaba afirmado y volví a hacerme una bola en el piso.
   No sabía qué pensar exactamente de la voz, solo creía que era un hipócrita. No podía confiar en él, quizás cualquier día iba a hacer lo mismo que el otro tipo, después de haber querido ser amable.

   —Son las 7…—Me dijo.

  No entendí sus palabras, hasta que él se fue y volví a escuchar esos pasos violentos, acercarse a mí. Me puse en estado de alerta y mi cuerpo se tensó.

   —Tu padre, no ha respondido. Le advertimos que no llamara a policía ni nada parecido—. Dijo.
  
   Se acercó a mí y puso su dedo en mi pecho, causándome una sensación de asco y repulsión. Recorrió todo mi cuello hasta mi barbilla, conmigo intentando de evitarlo. Volvió a bajar y tomó mis ropas, volviendo a lanzarme contra el  piso.

   —Estamos sospechando que quiere contactarse con un detective ¿Sabes lo que eso significa? —. Puso su pie encima de mi costilla ya fisurada. —Que lo que pase contigo no le importa, ni en lo más mínimo. Y que eres el único que va a pagar esto—. Me aplastó brutalmente con su pie.

  —¡AAAAAH! —El dolor no podía ser más fuerte, era como meterte un dedo en una herida, de mis ojos cayeron unas lágrimas y lo intenté aguantar. Me preocupaba en respirar y mantenerme vivo.

   El tipo volvió a golpearme y violarme por segunda vez. Mi estado psicológico se estaba deteriorando, no entendía por qué mi padre se demoraba tanto en venir a dejar unos malditos fardos de billetes, no entendía porque comencé a comprender una verdad tan horrible de mi familia. Porque mi autoestima cayó abruptamente o porqué aún seguía vivo. Esa noche no opuse resistencia, mi cuerpo estaba demasiado adolorido y mi cabeza demasiado quebrada como para evitar un daño más. De todas formas ¿Qué importaba? Iba a terminar matándome.

   Al siguiente día, después de quedar en un estado de trance, oí esa voz hipócrita que decía querer ayudarme, pero no hacía nada para evitar el daño.

   —¿Chinen? ¿Estás bien?

   Ignoré. Mi cuerpo estaba semi-desnudo y sentí como él me cubrió con una manta. Me pidió que intentara dormir, que no iba a suceder nada. Simplemente volví a ignorarlo, no dormí ni tampoco viví, solo sé que existo.
   Mi cuerpo estaba hecho un estropajo, si no era por aquella voz que me tocaba con algodones y cremas curativas, no hubiese sabido que aún sentía algo. Comencé a extrañar muchas cosas sencillas, como la luz del día o comer algo.
   Mi estómago sonaba y él lo sintió. Me dijo que abriera mi boca, que me iba a dar de comer, activé un piloto automático y dejé que me alimentara; Un poco de arroz de ayer y agua.

   —Hoy no va a venir, citó a tu padre a dejar el dinero a un lugar y va a estar atento a aquello, puedes estar tranquilo.

   Dentro de mí, esas palabras fueron un regalo, pero no expresé nada, simplemente terminé de comer y volví a encoger mi cuerpo al lado de una pared. Comencé a jugar con los cordones de mis zapatillas.
 
   Esa noche la voz se quedó “a mi cuidado”.

   —¿Qué sueles hacer en tus días normales? —Me consultó, intentando conversar algo, entendía que él se aburría tanto como yo, cuidando personas e intentaba buscar conversación.
   —¿Tú siempre cuidas a personas secuestradas? —Le contesté con otra pregunta.
   —No puedo no hacerlo. —Respondió dubitativo. —No me gusta realmente…
   —¿Eh? Pero sí no lo haces nada de mal, de hecho creería que hasta te gusta… no eres malo como él, pero tampoco bueno como para defender a inocentes. Se podría decir que eres perfecto para el puesto. —Dije sarcástico.
   —Es eso lo que me hace que no me guste…

   Era extraño lo fácil que era poder extraer información de él, incluso creía que si escarbaba un poco más, podría saber información clave.

   —¿Desde cuándo trabajas en esto?
   —De hace un buen tiempo, es algo así, por una obligación…
   —¿Te tiene amenazado?
   —Algo así…

   Ahora, era él quien se quedaba sin palabras, quería preguntarle muchas cosas pero su tono de voz era cada vez más apagado y amargo, como si no quisiera hablar más. A pesar de eso, seguí intentando un poco más.

   —¿Cuál es la amenaza?
   —No puedo decir nada sobre eso, lo siento.

   Suspiré frustrado y volví a cerrarme y encogerme. Nos quedamos en silencio por mucho tiempo, hasta que comencé a quedarme dormido de a cabezazos. De pronto sus manos me recogieron del piso con mucho cuidado y me depositó en algo blando, parecía un colchón de gimnasia.

   —¿Qué sucede?
   —Descansa, Chinen…—Me dijo. —No tienes por qué preocuparte por hoy.
   —Está bien…— Contesté desconfiado, por un momento se me pasó por la mente que este tipo también me podía violar y la idea me aterró. Por alguna razón, aquella voz, era lo único que me tranquilizaba últimamente…—Oye…—Susurré.
   —¿Uhm? —Contestó sensible, era como si lo que hubiésemos hablado, tocó una fibra delicada de él.
   —¿C-Cómo te llamas? —Tartamudeé sin saber por qué.
   —Yuya… Takaki Yuya— Reveló y me desordenó el cabello antes de alejarse.
   —Yuya…—Repetí y mordisqueé mi labio inferior. Era la primera noche que pasaba en tranquilidad en ese lugar. Gracias a él.

   Cerré mis ojos y solo deseaba que mi padre hubiese hecho trato y yo poder salir de acá lo más pronto posible y de a poco, el sueño me venció.

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   Al siguiente día, sentí unos golpes en las puertas y unos gritos de aquel tipo que me aterraban, oía una frase que se repetía constantemente entre murmullos; “Debemos salir de aquí, nos han pillado”. Mi corazón comenzó a latir fuertemente, algo de eso me asustaba terriblemente. ¿Mi padre no había hecho trato? ¿Contrató a un detective? ¿No sabe que todas sus malditas malas decisiones, repercuten en mí? La rabia me invadió y cayeron algunas lágrimas de mis ojos, de a poco me decepcionaba más y más de mi padre… y preveía un futuro en donde estaría al borde de la muerte.


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1 comentario:

  1. Wooo esta super interesante ;o; pobre chinen waaaaa T.T awww yuya queda por siempre con el , esta super super emocionante esperare la continuacion con ansias

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