[Dedicado a: Nira.
Para que se mejore pronto ♥]
Capítulo IV: “Debilidades”.
No tuvo
tiempo de enojarse con Yuya, tampoco de discriminar a la persona que estaba
ahí, vio mucha sangre y quitando unas cajas, llegó a él. Se acercó, para
asegurar que su respiración aún trabajara. Okamoto estaba asustado, realmente
temía que el chico muriera en sus manos, por lo mismo, no podía quedarse ahí
sin hacer nada. Intentó mantenerlo despierto.
—¡Oye! ¡Oye!
¡Acá! ¿Estás bien? ¿Puedes subirte a mi espalda?
—¿Chinen…?—Balbuceó,
abriendo uno de sus ojos y sonrió—. ¿Eres tú?
—Sí, soy yo—
Mintió con fastidio, con solo oír aquella voz, una antipatía le recorría por la
espina dorsal, pero debía mantenerse fuerte. —Vamos, sube.
El
guitarrista le dio la espalda, esperando que el apaleado muchacho se encaramara.
Había un problema de porte, pero Yuto (Que sin darse cuenta que la persona no
era su amigo) se apegó a la espalda del guitarrista, como un saco de plomo se
afirmó en sus hombros, provocando que el contrario hiciera más fuerza de lo
normal.
—Pensé que
jamás llegarías… ¡Me golpearon entre seis personas! ¿Entiendes lo que es eso? —
Chillaba el baterista cerca del oído de Keito, quien lo sujetaba con desagrado.
Era notorio el efecto de las drogas sobre él.
—Quizás qué
fue lo que hiciste…—Hizo un gesto de impaciencia y comenzó a caminar con el
cuerpo del chico. Era grande y pesado, sin embargo, como no debía ir demasiado
lejos, se armó de coraje.
—¡Okamoto! —Gritó
ebrio. Keito sintió un escalofrío recorrer su espalda, al creer que fue
descubierto. —Toda la culpa la tiene Okamoto…
—¿Por qué? —Suspiró
levemente, aliviado pero curioso.
—Cada vez que
escucho su nombre… mi cuerpo se descontrola, es como si reaccionaria por
inercia…
—¿A-Aún lo
odias? —Intentó modificar su voz, simplemente porque aquello le causaba intriga.
—¡Lo detesto!
¡Lo detesto! —Pataleó.
—¡Hey! ¡Hey!
¡Tranquilo! Nos vamos a caer…—Apegó las largas piernas del mayor a su cuerpo, controlando
su equilibrio, sin más, le sobraban las ganas de tirarlo al suelo, pero no,
Keito no era ese tipo de persona y detestaba que alguien le odiara, menos sin
razón.
—Yuri…
¿Cuándo te volviste tan fuerte? —La voz de Yuto se iba apagando, sintió un
cansancio extremo. El efecto de la cocaína se estaba yendo y lentamente se
abrazó aún más a Keito, descansando sobre él.
—Genial…—Murmuró
hastiado.
Al llegar a
su casa, entró induciendo mucho ruido al chocar con las paredes. Como pudo,
subió al inconsciente joven al segundo piso, depositándolo sobre su cama. Al
minuto llegó Kenichi, su padre; Quien se despertó a base de los estruendos.
—¿Por qué
tanto ruido? ¿Qué le sucedió a este chico? —. Consultó horrorizado.
—Larga
historia… ¿Podrías traer el botiquín y varias vendas? Te explico luego—. Ordenó
su hijo, mientras tomaba las piernas de Yuto y las acomodó, quitándole los
zapatos con cierta urgencia. —¿Por qué estos chicos jamás entienden que estudié
marketing y no enfermería?— Se quejaba, mientras analizaba mejor, el estado del
baterista.
Cuando su
padre llegó con lo pedido, entre los dos, comenzaron a desnudar el torso del pelinegro,
viendo las graves heridas que mantenía. A pesar de que no era uno de sus
mayores placeres, Okamoto se colocó guantes médicos y con pinzas y algodón,
trató las rasgaduras más feas. El cuerpo de Nakajima simplemente respondía con
espasmos y uno que otro quejido, no obstante, no despertó.
—Acaso él…
¿No es Nakajima de Nemurenai? —Interrogó Kenichi, al reconocer el rostro del
joven, mientras ayudaba a su hijo con algunos líquidos de desinfección.
—Ni que lo
menciones…—Habló Keito, concentrado—. Takaki me llamó, pidiendo que fuera a
buscar a una persona herida cerca de mi casa; Me debe una explicación muy
grande, sabiendo el terror que le tengo a este tipo…—Miró a su padre y luego el
apacible y anormal rostro del malherido.
—El rey de
los problemas ¿No? —Rió, levantando suavemente el cuerpo de Yuto para que el
menor pudiera colocar una venda alrededor de su pecho.
—El rey de
los idiotas…—Frunció los labios y recordando los irrespetuosos comportamientos
del muchacho, apretó con rabia la venda.
—Hey ¿Quieres
salvarle la vida o no?
—Si no me
hubieses concebido tan bueno, quizás la respuesta hubiese sido no—. Contestó
con picardía.
Examinaron el
resto de su cuerpo, pero no tenía más rasguños. Le colocaron un pantalón
holgado y lo introdujeron dentro de la cama. Ya exhaustos por el gran esfuerzo,
Kenichi se fue primero.
—¿Dormirás en
el sillón? Si quieres vas conmigo, no me molesta.
—No te
preocupes, lo pensaré…
—Bueno, tú
decides. Buenas noches, hijo. Espero amanezca mejor el chico…—El padre vio de
reojo al cuerpo inerte.
—Lo mismo
digo…
Para cuando
su padre retomó camino a su habitación, Keito tomó su pijama que estaba en el
suelo por la prisa anterior. Iba a colocárselo, pero se sintió extraño, al
tener a alguien más en su alcoba. Eso no era normal. Observó al chico y con un
gesto de desagrado se acercó a él. Lentamente se sentó a su lado y aprovechó
ese momento, para conocer su rostro. Era diferente, ahora que el menor dormía
como un bebé, parecía muy indefenso. Okamoto elevó una pequeña sonrisa, le
parecía gracioso que alguien tan atractivo fuera una persona tan horrible.
—Podría quedarse
así por siempre…—Comentó y salió de su propia habitación para cambiarse de
ropa.
—o—
Inoo iba en
un estado inconsciente, veía borroso y dentro del taxi su estómago se revolvió.
Sus únicos deseos eran llegar y vomitar. No entendía quién iba a su lado, naturalmente
dedujo que era Juri, aunque lo más probable, es que cuando despertara no
recordase nada de esto.
No supo cómo
ya estaba en la puerta de su casa, alguien lo ayudaba a caminar y repetía
constantemente su nombre, pero no lo podía reconocer.
—Inoo-san
resiste un poco más, ya estamos llegando a tu cama—. Pedía Daiki.
—Baño…—Masculló
y repentinamente, cubrió su boca, para evitar que algún líquido saliese por
ahí.
—¿Eh?
¡Mentira! —Desesperado, miró a todas partes en busca de algún retrete pero sin
mayor éxito por no conocer el lugar, dedujo que en el gran dormitorio que se
divisaba al final, podría haber alguno. Cuando logró llegar con el cuerpo
inservible del pelinegro, esté se aventó contra el excusado, sacando todo lo
que llevaba dentro. Con todo lo que había bebido, estaba seguro que podría tratarse
de un coma etílico.
—¡Inoo-san!
¿Estás bien? —El rostro de Daiki se deformó. No sabía si sentir asco al ver a
alguien desaguarse o ayudarle, pero se trataba de aquel ídolo que no pudo
quitarse de la cabeza todo este tiempo y por alguna razón, no podía darle la
espalda. Haciéndose el fuerte, se acercó al cuerpo, acariciándolo por detrás,
dándole ánimos. —Sácalo todo, ya te sentirás mejor…
—¡Mgh! —Entre
arcadas, el pianista vomitaba seguidamente, hasta hacer doler su estómago por
tantas contracciones. Se abrazaba al cubículo y sentía agradado esos masajes en
su espalda.
Estuvo cuantioso
tiempo queriendo recuperarse, solo viendo el W.C y tirando de la cadena. Odiaba
vomitar. Cuando ya no tuvo fuerzas, Daiki trajo una toalla y cuidadosamente
limpió el sudor del pelinegro.
—¿Mejor?
—¿E-Eh? ¡Daiki!—Reconoció
esa voz e instantáneamente se abrumó. Evitó mirar al muchacho porque moría de
vergüenza. ¿De verdad le había visto en esa situación?
—Inoo-san, ¿Estás
bien? —Preguntó nuevamente.
—S-Sí … —Sonrió
nervioso, viéndole de reojo—. ¿P-por qué estás acá?—El pelinegro simplemente
deseaba matarse. El hecho de tener recuerdos borrosos de lo que sucedió,
sentirse fatal, haber vomitado y que aquel castaño haya presenciado todo, no le
venía de lo más bien.
—Casualidades—Contestó—.
Pero da igual, debes limpiarte y descansar…
Expulsar el
alcohol le hizo agudizar sus sentidos nuevamente, olvidando el mareo y los
malestares avivados por la bebida. Era casi un hombre nuevo, aunque débil,
estaba recuperándose.
Le asintió al
menor, manifestándole estabilidad. No podía continuar dejándose ver; Era el
colmo. El más joven salió del baño para darle privacidad, y fue hasta la cocina
para preparar una infusión con mucha azúcar en la cocina, sabía que con ello
podría afirmarle el estómago.
Kei se lavó
los dientes numerosas veces, se duchó y perfumó. Quería borrar todo rastro de pestilencias,
aunque su panza le recordara constantemente lo que había sucedido recién.
Cuando acabó,
cubrió su cuerpo con la toalla y salió con cautela, divisando si es que el
menor merodeaba cerca, al no notar nada buscó unos bóxer y su pantalón,
colocándoselos. A torso desnudo, buscó una polera de pijama.
—Inoo-san, te
hice una infusión de…—Acalló sus palabras. El sonrojo fue instantáneo y con
prisa se giró, volviéndose por donde llegó— ¡Lo siento, yo debí haber avisado
que iba a ingresar!
—Jajaja ¡Hey!
N-No te preocupes… no es como si hubieras visto algo nuevo…—Sus propias
mejillas también entonaron un tono carmesí. Se cubrió rápidamente y fue en
búsqueda del menor, quien se hallaba pegado a la pared de afuera con el tazón
entre sus manos, presionándola con fuerzas.
Kei se
acercó con una sonrisa despreocupada y le revolvió los cabellos al más bajo.
—Hey,
relájate. Ya estoy vestido—Dijo torpe y con delicadeza robó la taza desde sus
petrificados dedos. Daiki solo atinó a asentir sonrojado.
—L-Lo siento
yo…—No entendía por qué esta vez estaba tan cohibido. Volver a visualizar aquel
torso blanquecino, que alguna vez estuvo sobre él, le hizo recordar más de un
momento bochornoso.
—Shhh…—Colocó
su índice, sobre los labios ajenos, llamando su atención. —El único que debe
pedir disculpas, soy yo… —Se autocriticó el pianista, bajando su mano. —He sido
un irresponsable, lamento haberte causado todos estos problemas.
—No te
preocupes, no ha sido ningún problema, además mi consciencia no me hubiera
dejado tranqui--
—Gracias— Interrumpió
Inoo, depositando un suave beso en su mejilla.
Los colores
se le subieron al rostro en un segundo y su mirada quedó perdida. Comprendió
cuánto poder estaba ganando el pianista por sobre él; Temió.
—N-No hay de
qué…—Tartamudeó.
—Vamos a la
habitación, creo que tú también necesitas descansar—Le cogió la muñeca y
mientras lo llevó dentro, se bebió la infusión de un solo trago, saboreando
aquel dulzor intenso.
—A-Ah,
necesito avisarle a mamá o se preocupará—Se dejó llevar, mientras buscaba su
bolso con la mirada.
Kei le soltó
y fue hasta su cama para sentarse sobre ella, esperando que el menor realizara
la llamada. Aprovechó de observar y analizar la silueta del muchacho. Vestía de
manera relajada y con grandes audífonos en su cuello, parecían caros y
profesionales, pero no le dio mayor importancia. Admiró su cabello castaño y
revuelto, sus pequeños hombros y perfecto torso. Su trasero deseable y piernas
tonificadas. Sin darse cuenta, ya se estaba mordiendo el labio.
—Sí, mamá. Adiós.
Nos vemos mañana— Colgó y miró al mayor para darles las buenas noticias, pero
se encontró con una mirada no sana. —¿I-Inoo-san?
—¿Uhm? —Despertó
de su trance, cubriéndose la boca y desviando su mirada.
—A-Ah…
¿Tienes un pantalón más holgado que me prestes? Es que no me gusta dormir con
ropa de calle.
—A-Ah… Claro,
claro, déjame ver— Se levantó y abrió sus cajones.
—¿Te sientes
mejor? —Interrogó, sin quitarle los ojos de encima. Sabía que estaba siendo
observado de manera lujuriosa hace algunos segundos y decidió juguetear un poco
con ello. Guardó sus audífonos en el bolso y se quitó su poleron junto a su
polera.
—Sí. Gracias
por todo, Dai-chan—Contestó con una amplia sonrisa y cuando se volteó para
entregarle el pantalón, sus dientes volvieron a morder su labio inferior tornándose
serio, al ver ese moreno torso frente a él. Algo incontrolable estaba creciendo.
¿Daiki estaba tentándolo?
—¿Ese es? —Apuntó
a la tela entre las manos del mayor. Se acercó para tomarla y sonrió con
malicia. —Gracias Inoo-chan—. Susurró en su oído.
El pianista
solo atinó a retener la prenda en sus manos y de un solo jalón, atrajo el
cuerpo semi desnudo hacia el suyo; con la diestra sostuvo su torso desde la
espalda y con la zurda estancó la nuca del chico para robarle uno de esos besos,
difíciles de olvidar.
Su lengua
ingresó violenta, esparciendo su humedad por todas partes e instantáneamente
fue correspondido con la misma expresividad. ¿Qué era eso? ¿Por qué no lo podía
ignorar?
Después de
extraer la vida de aquellos carnosos labios y dejarlos hinchados por completo,
Inoo se fue directo al cuello del menor, quien como un pez que intenta escapar,
movía sus articulaciones entre suspiros sexuales, apegándose más a los labios
ajenos. La fuerza de la lujuria los llevó de vuelta a aquella cama, cayendo el
mayor por sobre el menor.
—¡AH! I-Inoo—Gimió,
atrayéndolo con un abrazo hacia él. Abrió sus piernas y permitió que el
muchacho acomodará sus caderas cerca a las suyas, comenzando un vaivén
excitante por sobre las prendas de vestir.
El pianista
llenaba de succiones y besos el pecho ajeno, jugueteando con sus obvios puntos
sensibles, hasta que sin querer descubrió uno nuevo.
—¡N-No! ¡AH! —Se
retorció, al sentir algo húmedo en su ombligo. Eso le había excitado más de lo
previsto y con sus manos intentó ocultarlo.
—¿Punto
débil? —Sonrió ladino, buscando encontrar en las pupilas del castaño la
respuesta.
Asintió
sonrojado. Una fuerza forastera tomó sus manos y las quitó de allí, lo próximo
a suceder fue lo que deseó evitar. La lengua que le proporcionaba estímulos,
ingresó a su ombligo; “Violándolo”. Sentía mordidas, succiones y besos. No supo
cómo resistir aquello, si no se detenía iba a explotar. Apretó sus puños,
quebró la curvatura de su espalda y suspiraba más hondo de lo normal, pero Inoo
no parecía querer detener.
—I-Inoo…¡AH!
No—Pidió, completamente agitado.
—Oh…—Contestó,
al notar la gran cumbre que había despertado bajó aquellos pantalones. —Interesante.
Se detuvo,
solo para desabrochar y quitar las prendas del DJ. Así mismo, fue Daiki quien
desnudó a Inoo, entre besos y succiones. Sus pieles parecían estar decoradas de
manchas de pintura violácea.
Las manos de
Daiki se alzaron para acariciar las costillas del mayor, aquel delgado torso
que anhelaba sostener con posesión y así lo hizo. Le miró a sus ojos y con
fuerzas volteó la situación, para quedar en su cima. Besó sus labios y como un
felino comenzó a bajar por su cuerpo entre húmedas lamidas. El pelinegro gemía
despacio y ronco, pero su respiración y el moratón que estaba quedando por las
mordidas constantes en su labio, le
delataban; Estaba demasiado caliente.
Al llegar con
su lengua hasta su zona íntima, lo sumergió dentro de su boca, comenzó así una
felación de aquellas. Sintió la espalda del mayor encorvarse levemente, como si
estuviera luchando con sus espasmos. Los dedos ajenos, acariciaban las gónadas
y la base de su miembro, mientras que con su boca succionaba sin detenerse.
—Maldición,
Daiki…—Estiró su cuello y sus manos bajaban lentamente, para enredarse en los
cabellos anaranjados.
Marcó el
tempo por algunos segundos, al principio fue tímido pero el final la excitación
le venció. Cuando comenzó a jadear más fuerte, el menor se detuvo en seco ante
la sorpresa de Inoo, quien iba a reclamarle.
—No me mires
así, esto te encantará—Tranquilizó Arioka, cuando se acomodó encima del cuerpo
en reposo.
Los ojos del
ídolo no podían aseverar de lo que eran testigo. El chico se estaba penetrando
sin preparación alguna, lenta y dolorosamente.
—E-Espera…
—Estoy bien—Replicó
acallándolo y fue cuando el glande del mayor tocó lo más profundo de él. Le
dolía, le torturaba, pero le encantaba.
Se mantuvo
unos segundos ahí ante la expresión de preocupación del más alto. Sonrió y se
afirmó en su pecho para depositarle un suave beso en sus labios. Tomó las manos
ajenas y las guió hasta sus caderas, para que marcaran el tiempo; Así es como
lo quería.
Con voluntad
comenzó a subir y bajar, acariciando con sus paredes aquel falo, que de alguna
forma, su cuerpo aceptaba sin recelo.
Intentaba ver
a través del rabillo de su ojo, por entre sus pestañas, pero el deseo
simplemente se apoderaba de él. Se entregó a la situación sin más, aquella
fisonomía le trastornaba, la pelvis de Daiki moviéndose endemoniadamente bien
por sobre su miembro, aquel pecho respirando con prisa, el sonrojo de sus pómulos,
sus gemidos… Todo en él, todo en aquel chico, le encantaba.
De un momento
a otro, cambió las posiciones sin preguntarle a nadie. Se apoyó en sus
rodillas, dejando la espalda del menor reposando en el colchón. Alzó las
caderas del chico y las atrajo de un sopetón, penetrándolo y continuando el
mete-saca incansable. Con la ayuda del muchacho, quien encorvaba su columna y
abrazaba la delgada espalda para tener mejor agarre, ambos seguían con aquel
sexo libidinoso.
—¡AH!
¡I-INOO! —Movía su cuello a ambos lados con sus ojos cerrados. Quería poder
abrazarlo, sentirlo, rasgarlo; Buscó sus pupilas y con sus dedos le pidió que
se acercase, cambiando ligeramente la posición.
—D-Dai…—Murmuró
grave, estaba en un grado de ansia poco manejable.
—S-Sigue…—Le
pidió, abriéndose por completo, para luego volver a abrazarlo con sus piernas y
sus brazos.
—S-Sí…—Mordió
la piel ajena, hundiéndose en el hueco que se forma entre el hombro y el
cuello, quedándose ahí repartiendo algunas succiones. Sus caderas lo penetraban
enérgicamente, sentía que estaba próximo a correrse, pero esta vez, quería
hacerlo junto al menor.
Metió su mano
por entre ambos cuerpos e intentó dejar un ligero espacio para comenzar a
masturbarlo, al mismo ritmo que sus estocadas. Presionaba aquel pedazo de carne
y frotaba la punta, cuando comenzó a sentir un líquido mínimo, lo cubrió para
regular el momento en que debía dejarlo salir.
—¡AHHH!
¡I-Inoo! ¡N-No puedo…! ¡Ngh! —Mordía su labio y cerraba sus ojos con fuerzas,
mientras sus uñas rasgaban la espalda ajena. Necesitaba eyacular o creía que
podría morir ahí mismo. De pronto, un calor le invadió en su interior, fue el
instante en que aquel dedo le liberó. Su semen se repartió entre ambos
estómagos.
Se
mantuvieron recuperando sus almas un minuto, abrazados y respirando por encima
del otro. Kei no se salió de su interior hasta sentirse más calmado, pero Daiki
tampoco reclamó. Sintió unos besos en su cuello y le aceleraron nuevamente el
corazón; Era el menor, quien a pesar de tener un rostro cansado, mostraba una
ligera sonrisa de satisfacción.
—¿Estás bien?
—Le consultó, acariciando sus cabellos, melosamente.
—Creo…—
Bromeó Daiki, mirando al mayor. —¿Y tú?
—Jajaja…—Rió
bajo, acomodándose a su lado con cuidado. —C-Creo que sí…
—¿Estuvo
bien? —Su duda tenía un leve tono de temor, pero solo oyó nuevamente aquella
risa melodiosa.
—¿A qué viene
esa pregunta? —Tiró de las sábanas para cubrir un poco ambos cuerpos.
—Creo que
cada vez que nos vemos, a-acabamos así…—Desvió su mirada, sonrojado. —No quiero
que pienses que me acuesto con cualquiera, yo…
—Yo no he
pensado eso…—Interrumpió, atrayéndolo a su cuerpo desde su cintura— Pero no
niego que tienes una gran técnica, eso me hace pensar que has tenido
experiencias anteriores y no me refiero a mujeres…
—¡NO! —Ocultó
su rostro, evidentemente rojo.
—¿No?
¿Entonces cómo es que…?
—No lo sé—Protestó.
—Solo provocas eso…
—Daiki… —
Sonrió leve, aquellas palabras indujeron estragos en su vientre.
—o—
Un malestar
físico le invadió cuando quiso mover una de sus extremidades, a causa despertó.
Se sintió limitado, perdido y con un gran dolor de cabeza que empeoraba al
sentir el sol colarse por las cortinas. Llevó con delicadeza una de sus manos a
su tabique, ejerciendo presión encima de este para aminorar el dolor.
—¿Dónde rayos
estoy? —Murmuró. Era una habitación no muy grande y excesivamente ordenada,
había dos guitarras colgando desde las paredes y un estante con libros enorme.
Lo demás era un buró, un clóset, cajones y a la lejanía se observaba una
fotografía, pero no podía divisar quién era. No recordaba que la habitación de
Yuri fuera así.
—¡Oh! Hasta
que al fin despiertas—Habló una voz desde afuera. Escuchó como dejaba el
cepillo de dientes a un lado y se enjuagaba la boca. Cuando ingresó, mayor fue
su sorpresa al ver al guitarrista de Kaizen entrar a medio vestir.
—¡¿QUÉ HACES
TÚ AQUÍ?! —Chilló Yuto, intentando levantarse y al hacerlo sintió un punzante
dolor en sus costillas que le obligó a retorcerse en la cama. Keito rió.
—Yo que tú,
no me esforzaría tanto— Okamoto tomó el termómetro y se acercó al menor,
intentando colocarlo en la axila de este, pero fue casi imposible. —¿Vas a
cooperar?
—¿¡Por qué
estoy aquí!? —Exigió saber, tirando el termómetro lejos, mirando con real
enfado al guitarrista, el cual solo suspiró; Sabía que aquel rostro pacífico de
la noche anterior, sólo duraría eso, la noche.
—Larga
historia, pero se supone que ya vendrán por ti, así que por favor, haz las
cosas fácil para los dos y coopera conmigo— Explicó, retomando el instrumento
de medición.
Yuto se
mantuvo en silencio, a un costado de la cama, sosteniendo sus fisuradas
costillas. Observando con detención el torso de Keito. Se podía apreciar a la
distancia cuánto ejercicio invertía en aquellos músculos. Sintió un dejo de
envidia y rubor. ¿Rubor? ¿Por qué se estaba sonrojando en un momento así?
Ocultó su rostro.
—Necesito
hablar con Chinen ¿Dónde están mis cosas?
—¿Uhm? Cargué
tu celular anoche, ahí está— Apuntó el velador—. Pero permíteme revisarte.
Quiero saber si te encuentras bien— Le acercó el termómetro a sus manos, siendo
recibido con disgusto.
—No entiendo
nada…—Intentó ignorar al mayor, simplemente tomando la barita y poniéndola bajo
su axila. Buscó el número telefónico del pelinegro y esperó a una contestación.
—¿Yuto?
—¡¿QUÉ CLASE
DE BROMA ES ESTÁ?! Pensé que podía confiar en ti ¿Por qué despierto en la casa
de este tipejo? ¡No entiendo nada! —Le escupió al móvil.
—¡Cálmate,
hombre!
—¿Cómo
quieres que me calme? ¿Qué hago acá?
—Escucha, yo
estoy…
—¡Por dios,
Yuri! ¿De verdad no pensaste en cuanto odio a este… chico? —Nakajima, cuidó sus
palabras al sentirse observado por el guitarrista.
—¿Podrías
callarte un momento y escucharme? —Pidió un fastidiado Chinen.
—Tsk…
—Primero que
nada, deberías estar agradecido de que Okamoto-san te haya recibido en su casa.
Estoy a dos horas de Japón, ¿Cómo mierda quieres que vaya a tu rescate? ¡Te
hubieses muerto! Y segundo, yo no tengo la culpa de que te pasen estas cosas
¡Tú mismo te las buscas! Deberías ser un maldito agradecido en vez de exigir
tantas tonterías ¡Maldita sea, Yuto! ¿Cuándo madurarás?
—No me
importa nada de ello, ¿No pudiste pedirle ayuda a otro?
—Vete al
carajo.
El mayor se
quedó con el móvil en sus manos, la llamada había sido cortada. Lanzó el
teléfono a los pies de la cama e hizo el intento por levantarse de aquella
cama, pero fue detenido por el mayor.
—¿Dónde crees
que vas?
—A casa—.
Cuando se levantó, volvió a caer sobre el colchón. Por primera vez se percató
de todos los vendajes que traía en su cuerpo.
—Estás loco,
no podrías llegar ni a las escaleras en
este estado — Lo retuvo, colocando sus manos en sus hombros. —Deja un momento
el ego de lado, no voy a hacerte daño, todo lo contrario.
—¿Te volviste
loco? —El baterista no podía creer lo que oía. El hombre que le humilló y
golpeó le pedía que dejara su ego de lado ¿Era en serio?
—No más que
tú. Ahora, hazme el favor de volver a recostarte, estoy seguro que tienes
fiebre y debo cambiar tu vendaje— Estaba siendo muy cordial, aunque con mucha
fuerza de voluntad.
—No me vengas
con esas tonterías de hombre amable, a mí no me engañas— El chico se levantó
con todas sus fuerzas y echó su peso
encima del cuerpo ajeno, chocando ambos en la pared de la habitación.
En un
movimiento rápido, Keito cambió las posiciones y con la paciencia más que
acabada presionó en el sector donde más sensible tenía el chico, acorralándolo
en contra de la pared.
—¡AAAH!
¡Maldito bastardo!
—Se acabó mi
paciencia. Escucha bien, Nakajima—Le soltó—. En este momento no soy yo quien
está en desventaja, así que no te recomiendo hacerte el guay. Intenté ser
amable, ahora tú has perdido. —Los ojos del mayor era desafiantes, jamás se
había comportado así con otra persona, pero ese baterista lo sacaba de sus
casillas y le descontrolaba su paz interior.
Yuto solo le
quedó observarlo con odio. Sabía que estaba en desventaja en aquella situación
y más se convenció cuando sintió la fuerza con la que estaba siendo acorralado.
El cuerpo de Keito no era por nada y ahora lo comprendía. Se quedó viéndole
unos segundos y bufó, accediendo a los cuidados de su “enemigo”.
Le entregó el
termómetro lentamente y con la ayuda no requerida de Okamoto, volvió a
recostarse. Efectivamente tenía fiebre y con todo el alboroto se sintió decaer.
Cerró sus ojos y sintió como unas manos colocaban un paño frío sobre su frente
y humedecían sus mejillas. Posterior a ello no supo nada más.
—o—
—¿Y bien?
¿Qué es lo que debo decir? —Lo miró de reojo, mientras conducía.
—Estaba
pensando en ello…—Suspiró.
Echó un
vistazo un minuto por la ventana del auto, hace nada se había despedido de su
familia luego de un agradable desayuno, pero el paraíso había acabado y ahora
estaba volviendo a la maldita realidad. Debía buscar alguna excusa del porqué
Takaki le pidió a Keito que ayudará a su enemigo mortal, si ni siquiera se
conocían. ¿Difícil, no?
—Dile la
verdad…—Murmuró, vencido ante sus pensamientos.
—¿¡Eh!? —Detuvo
el auto en seco, al menos iban por un pasaje no muy transitado— ¿Estás hablando
en serio?
—Es decir, no
toda la verdad—Contestó preocupado y sonrojado a la vez, refiriéndose a lo
sucedido la noche que llegó a su departamento. —Además, estoy seguro que oyó la
conversación que tuve con Yuto, el estúpido lo gritó todo.
—Claro—Sonrió
enternecido— Pero debo mencionar que te conocí.
—Así es…—Suspiró
leve y miró hacia el frente— Espero que tu amigo sea reservado como dices…
—Lo es, no te
preocupes por él, además, debo reconocer que me sacaste de un apuro; Detesto
mentirle a Keito.
—¿Ah sí? —Frunció
ligeramente el ceño, viéndole por el costado.
—Sí—Se limitó
a decir, mientras le robaba un beso de sus labios.
—I-Idiota…—Quitó
su rostro, completamente cohibido. No se esperaba aquello—. ¡CONDUCE!
—¡Sí, señor!
—o—
Cuando despertó,
divisó el desnudo cuerpo de Inoo. Estaba frente a él, durmiendo plácidamente,
como aquella vez que le dejó en el motel. Alzó su mano para acariciar una de
las mejillas ajenas, pero antes de hacer tacto; Se arrepintió. Un extraño
pensamiento le vino a la cabeza y una sensación de malestar psicológico. ¿Eran
sus sentimientos viables? Arioka conocía de relaciones y tormentos, no quería
volver a pasar por ello y temía que sus encuentro sexuales furtivos, terminaran
de mala forma, rompiéndole únicamente el corazón a él. No sabía lo que sentía
el ídolo por él ¿Y qué pasa si solo se divertía con sus fans y él era uno más?
¿Iba a ser capaz de aguantarlo en un futuro? Quizás… solo quizás, si hoy se iba
en silencio, podría evitar todo aquello y su dolor sería remediable.
—Lo siento…—Susurró
y con mucho cuidado, se levantó de la cama.
Se vistió y
arregló lo más sigiloso posible. La disyuntiva de su corazón, le decían que lo
mejor que podía hacer era huir luego de ahí, a pesar de que moría de ganas por
lanzarse encima de él, besarlo e incluso volver a tener sexo. Tomó su bolso y
como última despedida se acercó al mayor.
—¿Acaso es
estúpido lo que hago? ¿Debería darte una oportunidad? ¿A pesar de que las
probabilidades tienden a que esto sea solo una farsa? Solo… pretendo cuidarlo—Se
excusó, tocando su propio pecho; Pudo sentir su corazón latir aprisa.
Silenciosamente salió del lugar, pero esta vez no dejó ninguna prueba de
que había estado ahí.
—o—
Keito cambió
los vendajes una vez más, pero sin la ayuda de Kenichi, ya que éste había
salido por trabajo. Su habitación se había convertido en una sala de emergencia
de la antigüedad, con baldes de agua, paños, yerbas medicinales, vendas y
alimentos de escuálida apariencia para cuando el muchacho despertara.
Después de un
rato, el menor abrió sus ojos. Le costó un par de segundos situarse y vio
nuevamente aquel “desagradable” rostro .Estaba leyendo una revista de “Rolling
Stone” sentado próximo a él en un piso aparte. ¿Por qué le estaba cuidando?
Sabía que el odio era mutuo, entonces ¿Por qué ahora se comportaba tan amable? ¿Porque
su estúpido rostro ahora se veía apacible y simpático? Le observó aprovechando
que no se había percatado de su vitalidad.
—¿Me quedarás
observando todo el rato? ¿No me vas a golpear? —Dijo Okamoto, sin quitar la
vista de su revista, hasta que notó la reacción de Nakajima.
—¿Eh? —Se
sonrojó violentamente y abrió sus ojos como platos, desviando rápidamente su
mirada. —Idiota… Cuando me mejore, juro que te pondré en tu lugar— Refunfuñó.
—Claro… pero
por mientras ponte fuerte y come— Dejó de lado la revista y tomó la bandeja que
estaba en el buró, para ofrecérsela sobre sus piernas. —No sé qué te gusta,
pero es comida de enfermo, por ende, a nadie le gusta. Hay sopa, fibras y un
jugo cocido de manzanas. Por favor, cómetelo todo. —El guitarrista se levantó e
hizo una larga venia. Tomó la revista y se dispuso a irse, pero una voz le
detuvo.
—Tú…—Dijo
algo nervioso, mirando la comida con compasión. —¿Hiciste esto?
—Lo siento si
no te gusta, pero solo vivimos dos hombres en esta casa.
—Gracias…—Murmuró
casi inaudible y tan fugaz como pudo, hasta el punto de ponerse a temblar por
decir aquellas palabras.
—¿Eh? —Keito
escuchó, pero jamás esperó que fuera aquello que saliera de la voz de ese
brabucón. Se sonrojó levemente.
—¡Vete, vete!
¡Déjame comer en paz! —Gritoneó. Se sentía el hombre más idiota del universo,
pero no pudo evitar decir esas palabras, al ver todo el esfuerzo que estaba
poniendo el chico por sobre él, que aunque sin entenderlo, lo agradecía.
Pasó el
tiempo y fuera de su casa se oyó el chirrido de un motor, era el auto de
Takaki. Tocaron la puerta y fue a abrir sin retrasos.
—Adelante,
pasa—Invitó Keito y luego notó la presencia de alguien más ¿El guitarrista de
Nemurenai? Ahora todo, cobraba un poco más de sentido. —Bienvenido—Hizo una
venia.
—Muchas
gracias—Imitó e ingresaron ambos a la casa.
—Ah, no sé
por dónde empezar…—Comentó confundido Yuya, mirando a los dos.
—Soy Chinen
Yuri, compañero de Nakajima-san en la banda Nemurenai—Se presentó formalmente.
—Okamoto
Keito, un gusto.
—Lamento los
problemas causados, sé que no tienes nada que ver con esto y juro que te lo
recompensaremos—Se disculpó Yuri, su rostro era serio y muy respetuoso.
—Está bien,
no es necesario…—Se cohibió.
—¿Todo bien? —Interrogó
el cantante.
—Sí, está en
mi habitación, comiendo y débil físicamente. Si quieren pasar, es en el segundo
piso, la puerta a la izquierda.
—Yo iré—Se
disculpó el menor y subió lentamente, dejando a solas a los mayores. Okamoto
miró fijo al castaño.
—Tú me debes
una larga, larga, laaaarga explicación ¿Sabías? —Se cruzó de brazos, esperando
por ella.
—Lo siento,
yo…—Bajó su cabeza, rascando su nuca, como cuando se regaña a un perro. Era
posible ver hasta la cola entre sus piernas, meciéndose arrepentida. Suspiró.
—¿Por qué
estabas en Shizuoka? ¿Y por qué has venido con él? Aunque estoy seguro que algo
tiene que ver ¿No? —Tomó asiento, intentando asimilar todo lo que le había
pasado en una noche.
—No sé cómo
explicarte esto, pero sé que te mereces una aclaración y la más sincera posible—
También tomó asiento, juntando sus manos. —Yo le debía un favor a ese chico y
me pidió que le llevará hasta Shizuoka. Lo llevé y nos quedamos allá por temas
personales de él. Tocó la mala suerte que Nakajima lo llamó en medio de la
noche, pidiéndole auxilio, al parecer siempre lo hace. Se veía desesperado y no
sabía cómo ayudarle, hasta que me dijo el nombre del bar y te llamé…—Mordisqueó
su labio, esperaba que esa cantidad de información fuese suficiente.
—Entiendo…—Reflexionó.
—De verdad,
lo siento mucho. Si hay algo que pueda hacer por ti, solo dímelo; No quiero que
te sientas pasado a llevar, Keito…
—Está bien,
estoy bien, tranquilo. Al principio, debo reconocer que me costó mucho hacer
las cosas con voluntad… pero es la vida de una persona, no me iba a negar,
aunque se tratase de “él”. Con la explicación ya me siento pagado.
—Gracias, Keito…
y nuevamente, lo siento.
—o—
Decepción.
Eso fue lo que sintió cuando despertó y un déjà vu
lo dominó. ¿Por qué no estaba? ¿Otra vez había perdido rastro
existencial de él? Se irguió sobre su cama y con un tipo de esperanza, revisó
su cuerpo, pero no había ninguna marca de plumón o similar. Con rabia, lanzó
una cabecera contra la pared, haciéndose bolita luego de ese acto. Sintió unas
ganas horribles de llorar, pero lo evitó. Se sintió cansado. ¿Por qué la vida
la daba un haz de luz cuando había decidido rendirse? ¿Karma? ¿Estaban
jugueteando con él, acaso? Respiró hondo, buscando paz. Cerró sus ojos y
recordó la noche anterior, sonriendo amargamente. Parece que eso del amor, no
era para él.
—Me la pones
difícil... ¿Nee?—Dijo, volviendo a recostarse. No quería levantarse ese día.
—o—
Me hubiera gustado saber si daichan sedería alguna ve jajaajaja fue maravillosa la quimica entre todos en el fic, aunque me encantan mucho la forma de ser de nakajima y chinen, no se me parecen pufff geniales aunque el inoodai es mi favorito c:
ResponderEliminarPd. Quería relajarme y lo logre :3 maravilloso fic.