septiembre 15, 2015

"No control" IV [Okajima-Inoodai-Takachii]

[Dedicado a: Nira.
Para que se mejore pronto ]

Capítulo IV: “Debilidades”.

   No tuvo tiempo de enojarse con Yuya, tampoco de discriminar a la persona que estaba ahí, vio mucha sangre y quitando unas cajas, llegó a él. Se acercó, para asegurar que su respiración aún trabajara. Okamoto estaba asustado, realmente temía que el chico muriera en sus manos, por lo mismo, no podía quedarse ahí sin hacer nada. Intentó mantenerlo despierto.

   —¡Oye! ¡Oye! ¡Acá! ¿Estás bien? ¿Puedes subirte a mi espalda?
   —¿Chinen…?—Balbuceó, abriendo uno de sus ojos y sonrió—. ¿Eres tú?
   —Sí, soy yo— Mintió con fastidio, con solo oír aquella voz, una antipatía le recorría por la espina dorsal, pero debía mantenerse fuerte. —Vamos, sube.
  
   El guitarrista le dio la espalda, esperando que el apaleado muchacho se encaramara. Había un problema de porte, pero Yuto (Que sin darse cuenta que la persona no era su amigo) se apegó a la espalda del guitarrista, como un saco de plomo se afirmó en sus hombros, provocando que el contrario hiciera más fuerza de lo normal.

   —Pensé que jamás llegarías… ¡Me golpearon entre seis personas! ¿Entiendes lo que es eso? — Chillaba el baterista cerca del oído de Keito, quien lo sujetaba con desagrado. Era notorio el efecto de las drogas sobre él.
   —Quizás qué fue lo que hiciste…—Hizo un gesto de impaciencia y comenzó a caminar con el cuerpo del chico. Era grande y pesado, sin embargo, como no debía ir demasiado lejos, se armó de coraje.
   —¡Okamoto! —Gritó ebrio. Keito sintió un escalofrío recorrer su espalda, al creer que fue descubierto. —Toda la culpa la tiene Okamoto…
   —¿Por qué? —Suspiró levemente, aliviado pero curioso.
   —Cada vez que escucho su nombre… mi cuerpo se descontrola, es como si reaccionaria por inercia…
   —¿A-Aún lo odias? —Intentó modificar su voz, simplemente porque aquello le causaba intriga.
   —¡Lo detesto! ¡Lo detesto! —Pataleó.
   —¡Hey! ¡Hey! ¡Tranquilo! Nos vamos a caer…—Apegó las largas piernas del mayor a su cuerpo, controlando su equilibrio, sin más, le sobraban las ganas de tirarlo al suelo, pero no, Keito no era ese tipo de persona y detestaba que alguien le odiara, menos sin razón.
   —Yuri… ¿Cuándo te volviste tan fuerte? —La voz de Yuto se iba apagando, sintió un cansancio extremo. El efecto de la cocaína se estaba yendo y lentamente se abrazó aún más a Keito, descansando sobre él.
   —Genial…—Murmuró hastiado.

   Al llegar a su casa, entró induciendo mucho ruido al chocar con las paredes. Como pudo, subió al inconsciente joven al segundo piso, depositándolo sobre su cama. Al minuto llegó Kenichi, su padre; Quien se despertó a base de los estruendos.

   —¿Por qué tanto ruido? ¿Qué le sucedió a este chico? —. Consultó horrorizado.
   —Larga historia… ¿Podrías traer el botiquín y varias vendas? Te explico luego—. Ordenó su hijo, mientras tomaba las piernas de Yuto y las acomodó, quitándole los zapatos con cierta urgencia. —¿Por qué estos chicos jamás entienden que estudié marketing y no enfermería?— Se quejaba, mientras analizaba mejor, el estado del baterista.
   Cuando su padre llegó con lo pedido, entre los dos, comenzaron a desnudar el torso del pelinegro, viendo las graves heridas que mantenía. A pesar de que no era uno de sus mayores placeres, Okamoto se colocó guantes médicos y con pinzas y algodón, trató las rasgaduras más feas. El cuerpo de Nakajima simplemente respondía con espasmos y uno que otro quejido, no obstante, no despertó.

   —Acaso él… ¿No es Nakajima de Nemurenai? —Interrogó Kenichi, al reconocer el rostro del joven, mientras ayudaba a su hijo con algunos líquidos de desinfección.
   —Ni que lo menciones…—Habló Keito, concentrado—. Takaki me llamó, pidiendo que fuera a buscar a una persona herida cerca de mi casa; Me debe una explicación muy grande, sabiendo el terror que le tengo a este tipo…—Miró a su padre y luego el apacible y anormal rostro del malherido.
   —El rey de los problemas ¿No? —Rió, levantando suavemente el cuerpo de Yuto para que el menor pudiera colocar una venda alrededor de su pecho.
   —El rey de los idiotas…—Frunció los labios y recordando los irrespetuosos comportamientos del muchacho, apretó con rabia la venda.
   —Hey ¿Quieres salvarle la vida o no?
   —Si no me hubieses concebido tan bueno, quizás la respuesta hubiese sido no—. Contestó con picardía.

   Examinaron el resto de su cuerpo, pero no tenía más rasguños. Le colocaron un pantalón holgado y lo introdujeron dentro de la cama. Ya exhaustos por el gran esfuerzo, Kenichi se fue primero.

   —¿Dormirás en el sillón? Si quieres vas conmigo, no me molesta.
   —No te preocupes, lo pensaré…
   —Bueno, tú decides. Buenas noches, hijo. Espero amanezca mejor el chico…—El padre vio de reojo al cuerpo inerte.
   —Lo mismo digo…

   Para cuando su padre retomó camino a su habitación, Keito tomó su pijama que estaba en el suelo por la prisa anterior. Iba a colocárselo, pero se sintió extraño, al tener a alguien más en su alcoba. Eso no era normal. Observó al chico y con un gesto de desagrado se acercó a él. Lentamente se sentó a su lado y aprovechó ese momento, para conocer su rostro. Era diferente, ahora que el menor dormía como un bebé, parecía muy indefenso. Okamoto elevó una pequeña sonrisa, le parecía gracioso que alguien tan atractivo fuera una persona tan horrible.

   —Podría quedarse así por siempre…—Comentó y salió de su propia habitación para cambiarse de ropa.

—o—

   Inoo iba en un estado inconsciente, veía borroso y dentro del taxi su estómago se revolvió. Sus únicos deseos eran llegar y vomitar. No entendía quién iba a su lado, naturalmente dedujo que era Juri, aunque lo más probable, es que cuando despertara no recordase nada de esto.
   No supo cómo ya estaba en la puerta de su casa, alguien lo ayudaba a caminar y repetía constantemente su nombre, pero no lo podía reconocer.

   —Inoo-san resiste un poco más, ya estamos llegando a tu cama—. Pedía Daiki.
   —Baño…—Masculló y repentinamente, cubrió su boca, para evitar que algún líquido saliese por ahí.
   —¿Eh? ¡Mentira! —Desesperado, miró a todas partes en busca de algún retrete pero sin mayor éxito por no conocer el lugar, dedujo que en el gran dormitorio que se divisaba al final, podría haber alguno. Cuando logró llegar con el cuerpo inservible del pelinegro, esté se aventó contra el excusado, sacando todo lo que llevaba dentro. Con todo lo que había bebido, estaba seguro que podría tratarse de un coma etílico.

   —¡Inoo-san! ¿Estás bien? —El rostro de Daiki se deformó. No sabía si sentir asco al ver a alguien desaguarse o ayudarle, pero se trataba de aquel ídolo que no pudo quitarse de la cabeza todo este tiempo y por alguna razón, no podía darle la espalda. Haciéndose el fuerte, se acercó al cuerpo, acariciándolo por detrás, dándole ánimos. —Sácalo todo, ya te sentirás mejor…
   —¡Mgh! —Entre arcadas, el pianista vomitaba seguidamente, hasta hacer doler su estómago por tantas contracciones. Se abrazaba al cubículo y sentía agradado esos masajes en su espalda.

   Estuvo cuantioso tiempo queriendo recuperarse, solo viendo el W.C y tirando de la cadena. Odiaba vomitar. Cuando ya no tuvo fuerzas, Daiki trajo una toalla y cuidadosamente limpió el sudor del pelinegro.

   —¿Mejor?
   —¿E-Eh? ¡Daiki!—Reconoció esa voz e instantáneamente se abrumó. Evitó mirar al muchacho porque moría de vergüenza. ¿De verdad le había visto en esa situación?
   —Inoo-san, ¿Estás bien? —Preguntó nuevamente.
   —S-Sí … —Sonrió nervioso, viéndole de reojo—. ¿P-por qué estás acá?—El pelinegro simplemente deseaba matarse. El hecho de tener recuerdos borrosos de lo que sucedió, sentirse fatal, haber vomitado y que aquel castaño haya presenciado todo, no le venía de lo más bien.
   —Casualidades—Contestó—. Pero da igual, debes limpiarte y descansar…

   Expulsar el alcohol le hizo agudizar sus sentidos nuevamente, olvidando el mareo y los malestares avivados por la bebida. Era casi un hombre nuevo, aunque débil, estaba recuperándose.
   Le asintió al menor, manifestándole estabilidad. No podía continuar dejándose ver; Era el colmo. El más joven salió del baño para darle privacidad, y fue hasta la cocina para preparar una infusión con mucha azúcar en la cocina, sabía que con ello podría afirmarle el estómago.

   Kei se lavó los dientes numerosas veces, se duchó y perfumó. Quería borrar todo rastro de pestilencias, aunque su panza le recordara constantemente lo que había sucedido recién.
   Cuando acabó, cubrió su cuerpo con la toalla y salió con cautela, divisando si es que el menor merodeaba cerca, al no notar nada buscó unos bóxer y su pantalón, colocándoselos. A torso desnudo, buscó una polera de pijama.
  
   —Inoo-san, te hice una infusión de…—Acalló sus palabras. El sonrojo fue instantáneo y con prisa se giró, volviéndose por donde llegó— ¡Lo siento, yo debí haber avisado que iba a ingresar!
   —Jajaja ¡Hey! N-No te preocupes… no es como si hubieras visto algo nuevo…—Sus propias mejillas también entonaron un tono carmesí. Se cubrió rápidamente y fue en búsqueda del menor, quien se hallaba pegado a la pared de afuera con el tazón entre sus manos, presionándola con fuerzas.

    Kei se acercó con una sonrisa despreocupada y le revolvió los cabellos al más bajo.

   —Hey, relájate. Ya estoy vestido—Dijo torpe y con delicadeza robó la taza desde sus petrificados dedos. Daiki solo atinó a asentir sonrojado.
   —L-Lo siento yo…—No entendía por qué esta vez estaba tan cohibido. Volver a visualizar aquel torso blanquecino, que alguna vez estuvo sobre él, le hizo recordar más de un momento bochornoso.
   —Shhh…—Colocó su índice, sobre los labios ajenos, llamando su atención. —El único que debe pedir disculpas, soy yo… —Se autocriticó el pianista, bajando su mano. —He sido un irresponsable, lamento haberte causado todos estos problemas.
   —No te preocupes, no ha sido ningún problema, además mi consciencia no me hubiera dejado tranqui--
   —Gracias— Interrumpió Inoo, depositando un suave beso en su mejilla.

   Los colores se le subieron al rostro en un segundo y su mirada quedó perdida. Comprendió cuánto poder estaba ganando el pianista por sobre él; Temió.

  
   —N-No hay de qué…—Tartamudeó.
   —Vamos a la habitación, creo que tú también necesitas descansar—Le cogió la muñeca y mientras lo llevó dentro, se bebió la infusión de un solo trago, saboreando aquel dulzor intenso.
  —A-Ah, necesito avisarle a mamá o se preocupará—Se dejó llevar, mientras buscaba su bolso con la mirada.

   Kei le soltó y fue hasta su cama para sentarse sobre ella, esperando que el menor realizara la llamada. Aprovechó de observar y analizar la silueta del muchacho. Vestía de manera relajada y con grandes audífonos en su cuello, parecían caros y profesionales, pero no le dio mayor importancia. Admiró su cabello castaño y revuelto, sus pequeños hombros y perfecto torso. Su trasero deseable y piernas tonificadas. Sin darse cuenta, ya se estaba mordiendo el labio.

   —Sí, mamá. Adiós. Nos vemos mañana— Colgó y miró al mayor para darles las buenas noticias, pero se encontró con una mirada no sana. —¿I-Inoo-san?
   —¿Uhm? —Despertó de su trance, cubriéndose la boca y desviando su mirada.
   —A-Ah… ¿Tienes un pantalón más holgado que me prestes? Es que no me gusta dormir con ropa de calle.
   —A-Ah… Claro, claro, déjame ver— Se levantó y abrió sus cajones.
   —¿Te sientes mejor? —Interrogó, sin quitarle los ojos de encima. Sabía que estaba siendo observado de manera lujuriosa hace algunos segundos y decidió juguetear un poco con ello. Guardó sus audífonos en el bolso y se quitó su poleron junto a su polera.
   —Sí. Gracias por todo, Dai-chan—Contestó con una amplia sonrisa y cuando se volteó para entregarle el pantalón, sus dientes volvieron a morder su labio inferior tornándose serio, al ver ese moreno torso frente a él. Algo incontrolable estaba creciendo. ¿Daiki estaba tentándolo?
   —¿Ese es? —Apuntó a la tela entre las manos del mayor. Se acercó para tomarla y sonrió con malicia. —Gracias Inoo-chan—. Susurró en su oído.

   El pianista solo atinó a retener la prenda en sus manos y de un solo jalón, atrajo el cuerpo semi desnudo hacia el suyo; con la diestra sostuvo su torso desde la espalda y con la zurda estancó la nuca del chico para robarle uno de esos besos, difíciles de olvidar.
   Su lengua ingresó violenta, esparciendo su humedad por todas partes e instantáneamente fue correspondido con la misma expresividad. ¿Qué era eso? ¿Por qué no lo podía ignorar?
   Después de extraer la vida de aquellos carnosos labios y dejarlos hinchados por completo, Inoo se fue directo al cuello del menor, quien como un pez que intenta escapar, movía sus articulaciones entre suspiros sexuales, apegándose más a los labios ajenos. La fuerza de la lujuria los llevó de vuelta a aquella cama, cayendo el mayor por sobre el menor.

   —¡AH! I-Inoo—Gimió, atrayéndolo con un abrazo hacia él. Abrió sus piernas y permitió que el muchacho acomodará sus caderas cerca a las suyas, comenzando un vaivén excitante por sobre las prendas de vestir.

   El pianista llenaba de succiones y besos el pecho ajeno, jugueteando con sus obvios puntos sensibles, hasta que sin querer descubrió uno nuevo.

   —¡N-No! ¡AH! —Se retorció, al sentir algo húmedo en su ombligo. Eso le había excitado más de lo previsto y con sus manos intentó ocultarlo.
   —¿Punto débil? —Sonrió ladino, buscando encontrar en las pupilas del castaño la respuesta.
 
   Asintió sonrojado. Una fuerza forastera tomó sus manos y las quitó de allí, lo próximo a suceder fue lo que deseó evitar. La lengua que le proporcionaba estímulos, ingresó a su ombligo; “Violándolo”. Sentía mordidas, succiones y besos. No supo cómo resistir aquello, si no se detenía iba a explotar. Apretó sus puños, quebró la curvatura de su espalda y suspiraba más hondo de lo normal, pero Inoo no parecía querer detener.

   —I-Inoo…¡AH! No—Pidió, completamente agitado.
   —Oh…—Contestó, al notar la gran cumbre que había despertado bajó aquellos pantalones. —Interesante.

   Se detuvo, solo para desabrochar y quitar las prendas del DJ. Así mismo, fue Daiki quien desnudó a Inoo, entre besos y succiones. Sus pieles parecían estar decoradas de manchas de pintura violácea.

   Las manos de Daiki se alzaron para acariciar las costillas del mayor, aquel delgado torso que anhelaba sostener con posesión y así lo hizo. Le miró a sus ojos y con fuerzas volteó la situación, para quedar en su cima. Besó sus labios y como un felino comenzó a bajar por su cuerpo entre húmedas lamidas. El pelinegro gemía despacio y ronco, pero su respiración y el moratón que estaba quedando por las mordidas  constantes en su labio, le delataban; Estaba demasiado caliente.
   Al llegar con su lengua hasta su zona íntima, lo sumergió dentro de su boca, comenzó así una felación de aquellas. Sintió la espalda del mayor encorvarse levemente, como si estuviera luchando con sus espasmos. Los dedos ajenos, acariciaban las gónadas y la base de su miembro, mientras que con su boca succionaba sin detenerse.

   —Maldición, Daiki…—Estiró su cuello y sus manos bajaban lentamente, para enredarse en los cabellos anaranjados.
 
   Marcó el tempo por algunos segundos, al principio fue tímido pero el final la excitación le venció. Cuando comenzó a jadear más fuerte, el menor se detuvo en seco ante la sorpresa de Inoo, quien iba a reclamarle.

   —No me mires así, esto te encantará—Tranquilizó Arioka, cuando se acomodó encima del cuerpo en reposo.

   Los ojos del ídolo no podían aseverar de lo que eran testigo. El chico se estaba penetrando sin preparación alguna, lenta y dolorosamente.

   —E-Espera…
   —Estoy bien—Replicó acallándolo y fue cuando el glande del mayor tocó lo más profundo de él. Le dolía, le torturaba, pero le encantaba.

   Se mantuvo unos segundos ahí ante la expresión de preocupación del más alto. Sonrió y se afirmó en su pecho para depositarle un suave beso en sus labios. Tomó las manos ajenas y las guió hasta sus caderas, para que marcaran el tiempo; Así es como lo quería.
   Con voluntad comenzó a subir y bajar, acariciando con sus paredes aquel falo, que de alguna forma, su cuerpo aceptaba sin recelo.

   Intentaba ver a través del rabillo de su ojo, por entre sus pestañas, pero el deseo simplemente se apoderaba de él. Se entregó a la situación sin más, aquella fisonomía le trastornaba, la pelvis de Daiki moviéndose endemoniadamente bien por sobre su miembro, aquel pecho respirando con prisa, el sonrojo de sus pómulos, sus gemidos… Todo en él, todo en aquel chico, le encantaba.
   De un momento a otro, cambió las posiciones sin preguntarle a nadie. Se apoyó en sus rodillas, dejando la espalda del menor reposando en el colchón. Alzó las caderas del chico y las atrajo de un sopetón, penetrándolo y continuando el mete-saca incansable. Con la ayuda del muchacho, quien encorvaba su columna y abrazaba la delgada espalda para tener mejor agarre, ambos seguían con aquel sexo libidinoso.

   —¡AH! ¡I-INOO! —Movía su cuello a ambos lados con sus ojos cerrados. Quería poder abrazarlo, sentirlo, rasgarlo; Buscó sus pupilas y con sus dedos le pidió que se acercase, cambiando ligeramente la posición.
   —D-Dai…—Murmuró grave, estaba en un grado de ansia poco manejable.
   —S-Sigue…—Le pidió, abriéndose por completo, para luego volver a abrazarlo con sus piernas y sus brazos.
   —S-Sí…—Mordió la piel ajena, hundiéndose en el hueco que se forma entre el hombro y el cuello, quedándose ahí repartiendo algunas succiones. Sus caderas lo penetraban enérgicamente, sentía que estaba próximo a correrse, pero esta vez, quería hacerlo junto al menor.
 
   Metió su mano por entre ambos cuerpos e intentó dejar un ligero espacio para comenzar a masturbarlo, al mismo ritmo que sus estocadas. Presionaba aquel pedazo de carne y frotaba la punta, cuando comenzó a sentir un líquido mínimo, lo cubrió para regular el momento en que debía dejarlo salir.

   —¡AHHH! ¡I-Inoo! ¡N-No puedo…! ¡Ngh! —Mordía su labio y cerraba sus ojos con fuerzas, mientras sus uñas rasgaban la espalda ajena. Necesitaba eyacular o creía que podría morir ahí mismo. De pronto, un calor le invadió en su interior, fue el instante en que aquel dedo le liberó. Su semen se repartió entre ambos estómagos.
  
   Se mantuvieron recuperando sus almas un minuto, abrazados y respirando por encima del otro. Kei no se salió de su interior hasta sentirse más calmado, pero Daiki tampoco reclamó. Sintió unos besos en su cuello y le aceleraron nuevamente el corazón; Era el menor, quien a pesar de tener un rostro cansado, mostraba una ligera sonrisa de satisfacción.

   —¿Estás bien? —Le consultó, acariciando sus cabellos, melosamente.
   —Creo…— Bromeó Daiki, mirando al mayor. —¿Y tú?
   —Jajaja…—Rió bajo, acomodándose a su lado con cuidado. —C-Creo que sí…
   —¿Estuvo bien? —Su duda tenía un leve tono de temor, pero solo oyó nuevamente aquella risa melodiosa.
   —¿A qué viene esa pregunta? —Tiró de las sábanas para cubrir un poco ambos cuerpos.
   —Creo que cada vez que nos vemos, a-acabamos así…—Desvió su mirada, sonrojado. —No quiero que pienses que me acuesto con cualquiera, yo…
   —Yo no he pensado eso…—Interrumpió, atrayéndolo a su cuerpo desde su cintura— Pero no niego que tienes una gran técnica, eso me hace pensar que has tenido experiencias anteriores y no me refiero a mujeres…
   —¡NO! —Ocultó su rostro, evidentemente rojo.
   —¿No? ¿Entonces cómo es que…?
   —No lo sé—Protestó. —Solo provocas eso…
   —Daiki… — Sonrió leve, aquellas palabras indujeron estragos en su vientre.

—o—

   Un malestar físico le invadió cuando quiso mover una de sus extremidades, a causa despertó. Se sintió limitado, perdido y con un gran dolor de cabeza que empeoraba al sentir el sol colarse por las cortinas. Llevó con delicadeza una de sus manos a su tabique, ejerciendo presión encima de este para aminorar el dolor.

   —¿Dónde rayos estoy? —Murmuró. Era una habitación no muy grande y excesivamente ordenada, había dos guitarras colgando desde las paredes y un estante con libros enorme. Lo demás era un buró, un clóset, cajones y a la lejanía se observaba una fotografía, pero no podía divisar quién era. No recordaba que la habitación de Yuri fuera así.
   —¡Oh! Hasta que al fin despiertas—Habló una voz desde afuera. Escuchó como dejaba el cepillo de dientes a un lado y se enjuagaba la boca. Cuando ingresó, mayor fue su sorpresa al ver al guitarrista de Kaizen entrar a medio vestir.
   —¡¿QUÉ HACES TÚ AQUÍ?! —Chilló Yuto, intentando levantarse y al hacerlo sintió un punzante dolor en sus costillas que le obligó a retorcerse en la cama. Keito rió.
   —Yo que tú, no me esforzaría tanto— Okamoto tomó el termómetro y se acercó al menor, intentando colocarlo en la axila de este, pero fue casi imposible. —¿Vas a cooperar?
   —¿¡Por qué estoy aquí!? —Exigió saber, tirando el termómetro lejos, mirando con real enfado al guitarrista, el cual solo suspiró; Sabía que aquel rostro pacífico de la noche anterior, sólo duraría eso, la noche.
   —Larga historia, pero se supone que ya vendrán por ti, así que por favor, haz las cosas fácil para los dos y coopera conmigo— Explicó, retomando el instrumento de medición.

   Yuto se mantuvo en silencio, a un costado de la cama, sosteniendo sus fisuradas costillas. Observando con detención el torso de Keito. Se podía apreciar a la distancia cuánto ejercicio invertía en aquellos músculos. Sintió un dejo de envidia y rubor. ¿Rubor? ¿Por qué se estaba sonrojando en un momento así? Ocultó su rostro.

   —Necesito hablar con Chinen ¿Dónde están mis cosas?
   —¿Uhm? Cargué tu celular anoche, ahí está— Apuntó el velador—. Pero permíteme revisarte. Quiero saber si te encuentras bien— Le acercó el termómetro a sus manos, siendo recibido con disgusto.
   —No entiendo nada…—Intentó ignorar al mayor, simplemente tomando la barita y poniéndola bajo su axila. Buscó el número telefónico del pelinegro y esperó a una contestación.
   —¿Yuto?
   —¡¿QUÉ CLASE DE BROMA ES ESTÁ?! Pensé que podía confiar en ti ¿Por qué despierto en la casa de este tipejo? ¡No entiendo nada! —Le escupió al móvil.
   —¡Cálmate, hombre!
   —¿Cómo quieres que me calme? ¿Qué hago acá?
   —Escucha, yo estoy…
   —¡Por dios, Yuri! ¿De verdad no pensaste en cuanto odio a este… chico? —Nakajima, cuidó sus palabras al sentirse observado por el guitarrista.
   —¿Podrías callarte un momento y escucharme? —Pidió un fastidiado Chinen.
   —Tsk…
   —Primero que nada, deberías estar agradecido de que Okamoto-san te haya recibido en su casa. Estoy a dos horas de Japón, ¿Cómo mierda quieres que vaya a tu rescate? ¡Te hubieses muerto! Y segundo, yo no tengo la culpa de que te pasen estas cosas ¡Tú mismo te las buscas! Deberías ser un maldito agradecido en vez de exigir tantas tonterías ¡Maldita sea, Yuto! ¿Cuándo madurarás?  
   —No me importa nada de ello, ¿No pudiste pedirle ayuda a otro?
   —Vete al carajo.
  
   El mayor se quedó con el móvil en sus manos, la llamada había sido cortada. Lanzó el teléfono a los pies de la cama e hizo el intento por levantarse de aquella cama, pero fue detenido por el mayor.

   —¿Dónde crees que vas?
   —A casa—. Cuando se levantó, volvió a caer sobre el colchón. Por primera vez se percató de todos los vendajes que traía en su cuerpo.
   —Estás loco, no podrías llegar ni a  las escaleras en este estado — Lo retuvo, colocando sus manos en sus hombros. —Deja un momento el ego de lado, no voy a hacerte daño, todo lo contrario.
   —¿Te volviste loco? —El baterista no podía creer lo que oía. El hombre que le humilló y golpeó le pedía que dejara su ego de lado ¿Era en serio?
   —No más que tú. Ahora, hazme el favor de volver a recostarte, estoy seguro que tienes fiebre y debo cambiar tu vendaje— Estaba siendo muy cordial, aunque con mucha fuerza de voluntad.
   —No me vengas con esas tonterías de hombre amable, a mí no me engañas— El chico se levantó con todas sus fuerzas  y echó su peso encima del cuerpo ajeno, chocando ambos en la pared de la habitación.

   En un movimiento rápido, Keito cambió las posiciones y con la paciencia más que acabada presionó en el sector donde más sensible tenía el chico, acorralándolo en contra de la pared.

   —¡AAAH! ¡Maldito bastardo!
   —Se acabó mi paciencia. Escucha bien, Nakajima—Le soltó—. En este momento no soy yo quien está en desventaja, así que no te recomiendo hacerte el guay. Intenté ser amable, ahora tú has perdido. —Los ojos del mayor era desafiantes, jamás se había comportado así con otra persona, pero ese baterista lo sacaba de sus casillas y le descontrolaba su paz interior.
  
   Yuto solo le quedó observarlo con odio. Sabía que estaba en desventaja en aquella situación y más se convenció cuando sintió la fuerza con la que estaba siendo acorralado. El cuerpo de Keito no era por nada y ahora lo comprendía. Se quedó viéndole unos segundos y bufó, accediendo a los cuidados de su “enemigo”.
   Le entregó el termómetro lentamente y con la ayuda no requerida de Okamoto, volvió a recostarse. Efectivamente tenía fiebre y con todo el alboroto se sintió decaer. Cerró sus ojos y sintió como unas manos colocaban un paño frío sobre su frente y humedecían sus mejillas. Posterior a ello no supo nada más.
—o—

   —¿Y bien? ¿Qué es lo que debo decir? —Lo miró de reojo, mientras conducía.
   —Estaba pensando en ello…—Suspiró.

   Echó un vistazo un minuto por la ventana del auto, hace nada se había despedido de su familia luego de un agradable desayuno, pero el paraíso había acabado y ahora estaba volviendo a la maldita realidad. Debía buscar alguna excusa del porqué Takaki le pidió a Keito que ayudará a su enemigo mortal, si ni siquiera se conocían. ¿Difícil, no?

   —Dile la verdad…—Murmuró, vencido ante sus pensamientos.
   —¿¡Eh!? —Detuvo el auto en seco, al menos iban por un pasaje no muy transitado— ¿Estás hablando en serio?
   —Es decir, no toda la verdad—Contestó preocupado y sonrojado a la vez, refiriéndose a lo sucedido la noche que llegó a su departamento. —Además, estoy seguro que oyó la conversación que tuve con Yuto, el estúpido lo gritó todo.
   —Claro—Sonrió enternecido— Pero debo mencionar que te conocí.
   —Así es…—Suspiró leve y miró hacia el frente— Espero que tu amigo sea reservado como dices…
   —Lo es, no te preocupes por él, además, debo reconocer que me sacaste de un apuro; Detesto mentirle a Keito.
   —¿Ah sí? —Frunció ligeramente el ceño, viéndole por el costado.
   —Sí—Se limitó a decir, mientras le robaba un beso de sus labios.
   —I-Idiota…—Quitó su rostro, completamente cohibido. No se esperaba aquello—. ¡CONDUCE!
   —¡Sí, señor!

—o—

   Cuando despertó, divisó el desnudo cuerpo de Inoo. Estaba frente a él, durmiendo plácidamente, como aquella vez que le dejó en el motel. Alzó su mano para acariciar una de las mejillas ajenas, pero antes de hacer tacto; Se arrepintió. Un extraño pensamiento le vino a la cabeza y una sensación de malestar psicológico. ¿Eran sus sentimientos viables? Arioka conocía de relaciones y tormentos, no quería volver a pasar por ello y temía que sus encuentro sexuales furtivos, terminaran de mala forma, rompiéndole únicamente el corazón a él. No sabía lo que sentía el ídolo por él ¿Y qué pasa si solo se divertía con sus fans y él era uno más? ¿Iba a ser capaz de aguantarlo en un futuro? Quizás… solo quizás, si hoy se iba en silencio, podría evitar todo aquello y su dolor sería remediable.

   —Lo siento…—Susurró y con mucho cuidado, se levantó de la cama.

   Se vistió y arregló lo más sigiloso posible. La disyuntiva de su corazón, le decían que lo mejor que podía hacer era huir luego de ahí, a pesar de que moría de ganas por lanzarse encima de él, besarlo e incluso volver a tener sexo. Tomó su bolso y como última despedida se acercó al mayor.

   —¿Acaso es estúpido lo que hago? ¿Debería darte una oportunidad? ¿A pesar de que las probabilidades tienden a que esto sea solo una farsa? Solo… pretendo cuidarlo—Se excusó, tocando su propio pecho; Pudo sentir su corazón latir aprisa.

   Silenciosamente salió del lugar, pero esta vez no dejó ninguna prueba de que había estado ahí.

—o—

   Keito cambió los vendajes una vez más, pero sin la ayuda de Kenichi, ya que éste había salido por trabajo. Su habitación se había convertido en una sala de emergencia de la antigüedad, con baldes de agua, paños, yerbas medicinales, vendas y alimentos de escuálida apariencia para cuando el muchacho despertara.
   Después de un rato, el menor abrió sus ojos. Le costó un par de segundos situarse y vio nuevamente aquel “desagradable” rostro .Estaba leyendo una revista de “Rolling Stone” sentado próximo a él en un piso aparte. ¿Por qué le estaba cuidando? Sabía que el odio era mutuo, entonces ¿Por qué ahora se comportaba tan amable? ¿Porque su estúpido rostro ahora se veía apacible y simpático? Le observó aprovechando que no se había percatado de su vitalidad.

   —¿Me quedarás observando todo el rato? ¿No me vas a golpear? —Dijo Okamoto, sin quitar la vista de su revista, hasta que notó la reacción de Nakajima.
   —¿Eh? —Se sonrojó violentamente y abrió sus ojos como platos, desviando rápidamente su mirada. —Idiota… Cuando me mejore, juro que te pondré en tu lugar— Refunfuñó.
   —Claro… pero por mientras ponte fuerte y come— Dejó de lado la revista y tomó la bandeja que estaba en el buró, para ofrecérsela sobre sus piernas. —No sé qué te gusta, pero es comida de enfermo, por ende, a nadie le gusta. Hay sopa, fibras y un jugo cocido de manzanas. Por favor, cómetelo todo. —El guitarrista se levantó e hizo una larga venia. Tomó la revista y se dispuso a irse, pero una voz le detuvo.
   —Tú…—Dijo algo nervioso, mirando la comida con compasión. —¿Hiciste esto?
   —Lo siento si no te gusta, pero solo vivimos dos hombres en esta casa.
   —Gracias…—Murmuró casi inaudible y tan fugaz como pudo, hasta el punto de ponerse a temblar por decir aquellas palabras.
   —¿Eh? —Keito escuchó, pero jamás esperó que fuera aquello que saliera de la voz de ese brabucón. Se sonrojó levemente.
   —¡Vete, vete! ¡Déjame comer en paz! —Gritoneó. Se sentía el hombre más idiota del universo, pero no pudo evitar decir esas palabras, al ver todo el esfuerzo que estaba poniendo el chico por sobre él, que aunque sin entenderlo, lo agradecía.

   Pasó el tiempo y fuera de su casa se oyó el chirrido de un motor, era el auto de Takaki. Tocaron la puerta y fue a abrir sin retrasos.

   —Adelante, pasa—Invitó Keito y luego notó la presencia de alguien más ¿El guitarrista de Nemurenai? Ahora todo, cobraba un poco más de sentido. —Bienvenido—Hizo una venia.
   —Muchas gracias—Imitó e ingresaron ambos a la casa.
   —Ah, no sé por dónde empezar…—Comentó confundido Yuya, mirando a los dos.
   —Soy Chinen Yuri, compañero de Nakajima-san en la banda Nemurenai—Se presentó formalmente.
   —Okamoto Keito, un gusto.
   —Lamento los problemas causados, sé que no tienes nada que ver con esto y juro que te lo recompensaremos—Se disculpó Yuri, su rostro era serio y muy respetuoso.
   —Está bien, no es necesario…—Se cohibió.
   —¿Todo bien? —Interrogó el cantante.
   —Sí, está en mi habitación, comiendo y débil físicamente. Si quieren pasar, es en el segundo piso, la puerta a la izquierda.
   —Yo iré—Se disculpó el menor y subió lentamente, dejando a solas a los mayores. Okamoto miró fijo al castaño.
   —Tú me debes una larga, larga, laaaarga explicación ¿Sabías? —Se cruzó de brazos, esperando por ella.
   —Lo siento, yo…—Bajó su cabeza, rascando su nuca, como cuando se regaña a un perro. Era posible ver hasta la cola entre sus piernas, meciéndose arrepentida. Suspiró.
   —¿Por qué estabas en Shizuoka? ¿Y por qué has venido con él? Aunque estoy seguro que algo tiene que ver ¿No? —Tomó asiento, intentando asimilar todo lo que le había pasado en una noche.
   —No sé cómo explicarte esto, pero sé que te mereces una aclaración y la más sincera posible— También tomó asiento, juntando sus manos. —Yo le debía un favor a ese chico y me pidió que le llevará hasta Shizuoka. Lo llevé y nos quedamos allá por temas personales de él. Tocó la mala suerte que Nakajima lo llamó en medio de la noche, pidiéndole auxilio, al parecer siempre lo hace. Se veía desesperado y no sabía cómo ayudarle, hasta que me dijo el nombre del bar y te llamé…—Mordisqueó su labio, esperaba que esa cantidad de información fuese suficiente.
   —Entiendo…—Reflexionó.
   —De verdad, lo siento mucho. Si hay algo que pueda hacer por ti, solo dímelo; No quiero que te sientas pasado a llevar, Keito…
   —Está bien, estoy bien, tranquilo. Al principio, debo reconocer que me costó mucho hacer las cosas con voluntad… pero es la vida de una persona, no me iba a negar, aunque se tratase de “él”. Con la explicación ya me siento pagado.
   —Gracias, Keito… y nuevamente, lo siento.

—o—

   Decepción. Eso fue lo que sintió cuando despertó y un déjà vu lo dominó. ¿Por qué no estaba? ¿Otra vez había perdido rastro existencial de él? Se irguió sobre su cama y con un tipo de esperanza, revisó su cuerpo, pero no había ninguna marca de plumón o similar. Con rabia, lanzó una cabecera contra la pared, haciéndose bolita luego de ese acto. Sintió unas ganas horribles de llorar, pero lo evitó. Se sintió cansado. ¿Por qué la vida la daba un haz de luz cuando había decidido rendirse? ¿Karma? ¿Estaban jugueteando con él, acaso? Respiró hondo, buscando paz. Cerró sus ojos y recordó la noche anterior, sonriendo amargamente. Parece que eso del amor, no era para él.

   —Me la pones difícil... ¿Nee?—Dijo, volviendo a recostarse. No quería levantarse ese día.


—o—

1 comentario:

  1. Me hubiera gustado saber si daichan sedería alguna ve jajaajaja fue maravillosa la quimica entre todos en el fic, aunque me encantan mucho la forma de ser de nakajima y chinen, no se me parecen pufff geniales aunque el inoodai es mi favorito c:
    Pd. Quería relajarme y lo logre :3 maravilloso fic.

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