septiembre 20, 2015

"Vecinos" [Inoodai]

[Dedicado: A Nira,
Para que se entretenga (?)]

[Nota: Ambientado en el año 2012]

   Cuando pequeño, tenía un vecino con el cual salía a jugar casi todos los días. Vivía a una cuadra de mi casa, su nombre era “Kei-chan”; En realidad no recuerdo su apellido, pero para mí siempre fue “Kei”.
   Una vez, hicimos una recolección de piedras, usando nuestras playeras como bolsas y comenzamos a tirarlas por el excusado; echamos tantas que provocamos daños en los conductos. Cuando nos descubrieron, nos castigaron por una semana.
   También recuerdo que siempre hacíamos competencia de lo que fuese, desde carreras hasta quien se comía la comida más rápido. Generalmente yo ganaba, pero ahora que lo pienso, creo que él perdía a apropósito, porque me transformaba en un demonio cuando me vencían.
   Una vez, jugamos a disfrazarnos y sin permiso de la mamá de Kei-chan, tomamos sus pinturas y ropas e intentamos parecer geishas. Fue tanta la impresión de su madre, que ni siquiera nos regañó, solo se largó a reír y nos tomó una foto.

   La infancia junto a él era divertida, nunca me aburrí ni por un segundo. Cuando crecimos, él ingresó  a una escuela privada, ya que su familia podía costearla, mientras que yo era el estudiante promedio de la primaria de la zona. Continuamos viéndonos, pero las arduas tareas de Kei, fue lo primero que nos distanció, el pobre permanecía horas encerrado en su pieza, entre lecciones de piano, matemáticas y lenguas y casi nada de tiempo para jugar. Estaba viviendo la vida de un adulto precozmente. Aunque sentía pena por él, no podía hacer nada; Su madre me corría con respeto de la casa, para dejarlo tranquilo en sus quehaceres. Hasta que comencé a aburrirme de jamás poder verle.
   Pasó alrededor de un año e hice nuevos amigos en la primaria, pasaba tanto tiempo con ellos que comencé a olvidarme de Kei-chan. Es difícil aceptarlo, pero es así.

   Al entrar a secundaria, lo vi un par de veces. Como era de esperar, él ingresó a una privada y su vida, no había cambiado demasiado, más que ahora tenía el doble de responsabilidades. Ya no hablábamos y nuestros saludos se limitaban a un “Hola”. Ya nada teníamos en común, más que vivir cerca.

   Conseguí mi primera novia, con la cual duré alrededor de un año, el problema fue que yo pasaba más tiempo con mis amigos y jugando al fútbol, que con ella o al menos por eso fue que terminó conmigo.  

   Mis notas bajaron. Se me daban terrible las matemáticas y las ciencias, estuve a punto de reprobar varias asignaturas ¡Y para qué hablar de inglés! Era un asco. Formé parte del club deportivo, ingresé a clases de break dance junto a algunos compañeros y ensayábamos en las calles. Mi vida tenía altas tendencias callejeras, no en el mal sentido, pero casi nunca paraba en casa.

   En cuarto de secundaria, fui a mis primeras fiestas. Probé el alcohol, incluso el cigarrillo, pero no me gustó. Conocí a otra chica con quien tuve una nueva relación, pero duramos alrededor de 9 meses, esta vez fue porque ella era demasiado celosa e histérica. Claro, al principio no me di cuenta, pero con el tiempo las cosas se fueron agravando a un nivel atosigante. 

   Conocí nuevos lugares vagando con mis amigos, hacíamos travesuras a los profesores y nos apoyábamos unos a los otros, sea cual fuese la situación. Una vez, terminé en el hospital por defender a uno de mis compañeros de un matón, pero fui recompensado con miles de regalos y visitas en mi recuperación.

   Cuando llegó el momento de escoger mis materias para el bachillerato, no sabía muy bien qué hacer de mi vida. Entendía que no podía abogar por mis dotes intelectuales, por lo mismo, me incliné a educación física, música, artes y tareas domésticas; Sí, era una clase llena de chicas, pero solo pensé en no torturarme con materias imposibles. No tenía fe de ingresar a la universidad, tanto por dinero como por conocimiento.
   Tenía dos amigos que tomaron las mismas clases conmigo, así que tampoco me sentía solo. A los demás lo veía en los deportes extraescolares o simplemente nos juntábamos después de clases.
   ¡Ah! Olvidaba decir que tuve dos novias más en ese transcurso, pero tampoco funcionó del todo. Ahí fue cuando comencé a pensar que eso del amor, no era para mí y que las mujeres siempre se molestaban por pequeñeces. Eso me irritaba.

   Pasó el tiempo. Durante mi estadía en el bachillerato, maduré más. Comenzó a preocuparme seriamente el tema de la universidad ¿Qué cosas podría estudiar? Caí varias veces en depresión, pero intentaba ser fuerte.

   El día de mi graduación, estaba emocionado y triste. Era un maldito sentimiento. Cuando piensas en que todos tus amigos tomarán caminos distintos y que tú no puedes seguir a nadie, ni ellos te seguirán a ti. Solo te queda rezar para que no te olviden.
   Me gradué y no fui a la universidad. Me dediqué a trabajar en cualquier lugar, como garzón, repartidor, vendedor de comida rápida; Aun así, continuaba haciendo deportes y bailando en las calles. Hice algunos amigos con el fútbol y nos juntábamos regularmente por algún partido.

   Durante todo ese tiempo; Jamás volví a ver a Kei. Llegué a pensar que se habían mudado de allí, pero siempre veía a su madre o hermana ir a comprar. Kei, se transformó en una leyenda del barrio, lo descubrí cuando venía en el metro y me encontré con una de las señoras más chismosas que me conocía de pequeño. Me consultó si es que había visto a Kei últimamente, a lo que me negué. Ella me dijo que al parecer jamás salía de su casa, que estaba absorbido por los estudios y se estaba volviendo un poco loco. Era un mito hablar de él. Oír que algunos le habían visto y que era como ver a un fantasma.
   Miles de historias le rodeaban, que estaba enfermo, postrado ¡Incluso que había muerto! pero la verdad, es que nadie sabía lo que realmente sucedía con él.

   Un día, fui invitado a una fiesta en un pub por unos amigos del fútbol. Al llegar, me sorprendí por el espacio del local y divisé una mesa de mezclas, me acerqué curioso y comencé a observar cada detalle, de pronto llegó el DJ y me vio de pies a cabeza.

   —¿Nos conocemos? —Consultó.

   Le negué, pero le dije desafiantemente que quería aprender a usar el mezclador. Él accedió y mientras tocaba la música de la fiesta, comenzó a enseñarme. Desde ese día, me enamoré perdidamente de ese oficio, y moví cielo, mar y tierra, para comprarme una mesa y tratar de sustentarme económicamente gracias a ello.
   Mi madre sabía que nunca me faltaría trabajo, por lo hiperactivo que era,             pero estaba preocupada de no tener algo fijo. Siempre iba de aquí a allá y eso no le gustaba.

   Durante ese tiempo, conocí a la chica que hasta el día de  hoy es mi novia. Su nombre es Aya Kaibara. Junto a ella perdí mi virginidad y mantenemos una relación mucho más madura y estable. Ella es estudiante de teatro y revolucionaria. Nos conocimos en la calle.
   En Japón, los teatros callejeros no son muy comunes, por eso me llamó la atención verla junto a algunos compañeros más. Su obra trató de una parodia al viejo estilo de teatro “Noh” (Que eran presentaciones solo para feudos) con una mezcla del kabuki (Presentaciones que nacieron para la clase trabajadora). Cuando concluyó, se quitó la máscara de noh y ella vociferó: “El teatro es para todos, espero lo hayáis disfrutado”. Todos aplaudieron y yo… yo quedé embobado y maravillado. Sentí la necesidad de hablarle, aquel espíritu era muy parecido al mío, solo que ella lo llevaba a un nivel extremo. La invité a salir y ella aceptó fascinada, con el pasar de los meses nos hicimos novios.

—o—
  
   —Dai-kun, hoy no puedo, lo siento— Contestó Aya, desde el teléfono.
   —Pero es nuestro aniversario…
   —Lo sé, pero ya te dije que debo salir por temas de estudios.
   —Lo sé… Lo siento—Fruncí mis labios. De verdad deseaba verla hoy. —No te esfuerces demasiado y cuídate. ¿Me debes este día, verdad?
   —Por supuesto, amor. Ya, debo irme. Nos vemos.

   Y así me colgó. Me quedé pensando en todos los cumple meses que Aya no era capaz de verme por temas de estudios, eso me hacía sentir que aún era muy inmaduro. Ella trabajaba arduo para sacar sus estudios adelante y manifestarse en contra del gobierno y yo… yo solo era un empleado más de la sociedad. No todo se puede en la vida; es lo último que había aprendido.
   Tomé mi chaqueta y decidí salir a comer fuera. Al menos si no podía tener el día con mi novia, no iba a quedarme aburrido en casa.
   Gasté la gran cantidad de mi tiempo, hasta que se me hizo tarde. Pasé por fuera de un puesto de flores y se me ocurrió la idea de esperar su regreso, en la puerta de su apartamento con un gran ramo.

   Subí hasta el piso correcto y cuando volteo la última esquina para llegar a su puerta, veo que esta se abre. Me escondí lo más rápido posible, al notar que de su habitación sale una chica y tras ella mi novia.
   No sé qué cara abre puesto, pero cuando noté que Aya estaba besando en los labios a aquella chica, en forma de despedida; Mi mundo se detuvo.
   El ramo cayó el suelo y nuestras pupilas se encontraron.
  
   —¡Daiki! —Gritó ella sorprendida y nerviosa.
  
   No supe qué decir. Ni siquiera la pude insultar, simplemente me giré y salí a toda prisa de aquel edificio.
   Una cosa era terminar por tiempo, aburrimiento o celos. Pero mi novia me estaba engañando. Esto era algo nuevo para mí. ¿Hace cuánto tiempo? ¿¡Y con otra mujer!? Esto era el colmo. Jamás he tenido algo en contra de los homosexuales, pero esta vez, me sentí arruinado. Mi nivel de mala suerte en el amor se estaba superando cada vez más y no entendía qué es lo que hacía mal. Era cariñoso, atento, caballeroso ¡Maldita sea! ¿Qué otra cosa quieren? La imagen que tenia de Aya, se fue en picada… sentí que la ilusión que mantenía sobre ella se quebrajó en miles de pedazos. Ella era la única persona que creí realmente honesta y fue todo lo contrario. Una parte de mí, se murió en ese momento.

   Tomé el tren a casa, sin más nada que hacer. Era de noche, casi las una de la madrugada. Cuando me bajé de la estación. Caminé a casa lentamente y me detuve un momento junto a un poste, revolví mis cabellos y sin aguantarlo más comencé a llorar, haciéndome bolita en el suelo.
                                                    
   —¡Estúpido Arioka! ¿Cuándo aprenderás?

   Solté cuanta lágrima me invadió. Esta vez sí que había dolido. ¿Por qué justo en el día de nuestro aniversario? Con ello concluí que Aya jugaba conmigo y no con ella, es decir, a quien le vieron la cara por un año, siempre fui yo. Qué asco de vida…
   Pasaron algunos minutos y de pronto sentí una presencia ajena acercarse. ¿Quién podría ser a esta hora? ¿Un ladrón? ¿Un violador? Me asusté. Al colocarme de pie, me resguardé lo que más pude alrededor del poste y vi como un chico caminaba con un bolso cruzado y algunos cartones bajo su brazo. No me vio, pero pude apreciar su aspecto cansado y soñoliento. Esperé a que se alejara y volví a casa. Este no había sido mi día.

    La mañana siguiente, desperté con ganas de nada. Recordé todo lo sucedido y un gran dolor de cabeza me invadió. Revisé mi celular y di cuenta que tenía 16 llamadas perdidas de Aya y 4 mensajes. No quise ni verlos, así que lo apagué. Pasaron horas y mi madre fue hasta mi habitación para despertarme.

   —Dai-chan ¿No irás a trabajar hoy? —Dijo tras la puerta, golpeándola suavemente.
   —Ah… sí, yo… ya voy— Contesté desanimado.
   —¿Estás bien? —Entró.
   —Solo, me duele el corazón, mamá…—La miré como un crío, con mis ojos rojizos y llorones. Ella comprendiendo, me abrazó. Solo necesitaba un poco de comprensión. Un poco de amor. Un poco de verdad.

   Siempre que mi madre me envolvía, podía sentir como me tornaba más fuerte cuando era más vulnerable. Sabía que ella era incapaz de dañarme.

   Alisté mis cosas para salir. Primero debía ir a mi trabajo de repartidor y luego habíamos preparado un partido de fútbol con los chicos. No pensaba faltar y quedarme en la casa para seguir llorando, debía despejarme; Aunque doliera.
  
   Iba atrasado. Salí corriendo de mi casa, aun sacando mis audífonos de la mochila y entre ello se me cayeron las llaves. Cuando las recogí, miré al frente y divisé la silueta de un joven con un traje. Me sorprendí por lo bien que se veía. A medida que se acercaba a mí, observaba su rostro, puedo decir que era alguien muy atractivo, sacado de revista de modelos o parecido. Jamás le había notado en el barrio. Me quedé ahí, como un bobo, viéndole hasta que inexplicablemente; Me saludó desde el otro extremo de la calle. Desvié mi mirada rápidamente, con mis mejillas completamente sonrojadas, pero cuando reaccioné, que lo hecho fue de mala educación, volví a mirarle, contestándole el saludo con una suave venia y mi sonrisa nerviosa. Nuestros ojos se encontraron de una manera intensa. De algún lado conocía ese rostro, si no ¿Por qué me estaría saludando? Su cabello era ondulado, tez blanca y labios prominentes. En cierto lugar los había visto, de eso estaba seguro. Su cuerpo modelaba a la perfección aquel terno y caminaba con prestancia. ¿Quién era aquel muchacho que me había saludado y ahora pasaba por mi lado?
Sacudí mi cabeza y recordé lo atrasado que iba, me coloqué los audífonos y tomé el tren.

   Ver subir a tantas personas,  me hizo pensar en lo transitorias que son nuestras vidas, lo fugaces que somos y como cambian nuestras historias cuando conoces a alguien. El rostro de aquel chico lo había visto en algún lado ¿Pero dónde?

   Pasó rápida la tarde, el pensar en el joven, me hizo menguar el recuerdo de Aya. Sabía que debía volver a hablar con ella, pero lo estaba evitando; Porque aun la quiero y sé que puedo cometer alguna tontería. Sería más fácil poder acabar todo por teléfono, pero no era tan cobarde.
   Me cambié de ropa en el baño del trabajo. Ya estaba listo con mi camiseta del equipo. Me despedí y caminé hasta la cancha del barrio. De pronto, sonó mi celular; Era Aya.

   —¿Uhm? — No sé por qué contesté.
   —¡Dai-chan, Por favor no me cuelgues…! Quiero explicarte las cosas…
 
  Guardé silencio. Esperando para que ella hablara.

   —¿Podríamos juntarnos? Quiero… por favor, escúchame solo una vez.
   —Está bien…—Dije no muy convencido.
   —¿Puede ser ahora?
   —No, ahora no. A las 10 en Yokkumokku—. Ordené de manera muy fría.
   —Vale.

   Posteriormente corté la llamada.  Ya estaba, la iba a ver. Accedí, como el idiota que soy. ¿Para qué debo oírla? ¿Qué excusa me diría ahora? Me engañó, durante un año y con una mujer. ¡Bravo, Daiki! Solo irás a escuchar más mentiras. Suspiré.

   Jugué con prepotencia y rabia. Estaba algo más violento y me lo hicieron notar cuando me quitaron del partido por infracción. Me sentí frustrado, pero sabía por lo que era, así que no le di más vueltas al asunto. Al acabar la jornada, me despedí de mis amigos y les pedí disculpas por mi comportamiento. Les conté por encima lo que sucedió con Aya y me dieron ánimos. Sonreí débil, la verdad es que ya no tenía más fuerzas.

   Volví a casa para dejar mis cosas y ducharme para encontrarme con la chica. Iba dispuesto a acabar aquella relación, así que busqué una caja para guardar todo lo que ella me había regalado; Debía devolvérselo. Al meterme entre mis cajones, cayó un papel al suelo, era la fotografía mía y de Kei-chan, donde salíamos vestidos de geishas. Sonreí automáticamente ante aquel recuerdo.

   —¿Qué será de ti? —Susurré con un extraño sentimiento de nostalgia, observando las facciones de Kei: Aquellos labios prominentes, su tez blanquecina y cabellos negro azabache.

   Guardé la fotografía en la billetera y acabé con aquella caja. Salí de casa otra vez algo retrasado, pero no pensaba correr, no por ella. Mientras caminaba, vi una silueta acercarse hacia a mí. Me pareció extraño, pero solo seguí, hasta que ya estábamos casi frente a frente y al momento que iba a desviarme, oí una voz.

   —Al parecer nos estamos encontrando más seguido ¿No?
   —¿Eh?

   Lo miré de pies a cabeza y pestañeé varias veces. Era el chico guapo de esta mañana, quien me había saludado, pero estaba con la ropa del hombre que vi la noche anterior y aquel bolso cruzado…

   —Dai-chan ¿No me recuerdas?
   —¿E-Eh?

   ¿Cómo mierda sabía mi nombre? ¿¡Quién era este tipo!?

   —Ha pasado mucho tiempo después de todo…—Sacó un par de llaves de su bolsillo y apuntó hacia la casa de Kei-chan. —Aquí vivo, si es que eso te da una pista.
 
   Era imposible que fuese Kei. ¡Ya no era un niño, si no que todo un hombre! Sus facciones eran completamente maduras y… hermosas. A pesar de que pude descubrir unas ojeras bajo sus pupilas, el resto de su cuerpo estaba en perfectas condiciones, me hizo sentir un sentimiento extraño que solo me daba con las mujeres, aquellas mariposas que pensé jamás volver a sentir.

   —¿¡Kei-chan!? ¡Es imposible que seas tú! —Dije sorprendido.
   —¿Eh? ¿Por qué? —Sonrió amplio.
   —P-Porque no… ¿De verdad eres tú? —Recordé que tenía la fotografía y dejé todo en el suelo, sacando el papel para comparar ambos rostros. —Oh por dios…
   —¿Qué? —Me quitó la fotografía y la observó con ojos brillantes— ¿Aún mantienes esto? ¿Y en tu billetera? ¡Eso es un poco psicópata!
   —¿¡EH!? No es lo que piensas, yo la acabo de encontrar…

   Ahora que lo pensaba, el mundo estaba conspirando para que esto sucediera. El hombre de la noche anterior, el chico de esta mañana, la fotografía y ahora descubro que era Kei-chan.

   —A pesar de ello, me hace feliz que no me hayas olvidado… —Su sonrisa fue amarga, lo pude notar; Al parecer el chico había sufrido muchísimo.
   —N-No lo hice…—Tartamudeé. —¿Y tú?
   —¡Claro que no! ¿Crees que te hubiese saludado por tu nombre? —Me devolvió la fotografía— ¿Vas de salida? Creo que has cambiado tu rutina…
   —¿Eh? ¿Cómo lo sabes? —Tomé las cosas que estaban en el suelo.
   —Porque siempre vuelvo a las mismas horas en la noche o de madrugada y jamás me encuentro con alguien en las calles.
   —¡Oh! Ahora todo tiene sentido…—Murmuré, al recordar todos los chismes que corrían alrededor del mayor.
   —¿Qué tiene sentido?
   —¡Ah! Nada, nada… Es solo que ahora entiendo porque jamás nos encontrábamos—Un pequeño sentimiento de culpa me invadió. Jamás lo fui a ver… ¡Pero él tampoco lo hizo!
   —Dai-chan… ¿Crees que podamos salir un día? —Preguntó con personalidad.

   Su petición me pilló por sorpresa. Mis mejillas se coloraron sin consentimiento y mis labios intentaban decir algo sin lograrlo.
 
   —C-Claro… Aunque depende el día, pero no tengo problemas.
   —Genial— Él sonrió ligero, pero sincero. Era divertido aun poder diferenciar sus tipos de sonrisas. —¿Puedes el viernes a esta hora?
   —Sí, sí puedo ¿Dónde? —De pronto sentí una vibración en mi bolsillo, era mi celular. —Oh, discúlpame un momento…

   Contesté. Era Aya, preguntando dónde es que estaba. Le comenté que iba en camino con un tono bastante frío. Colgué con un gran suspiro.

   —¿Tu madre?
   —No, mi novia… o algo parecido—Hice una mueca de disgusto ante la mirada de Kei. Él rió.
   —¿Problemas maritales?
   —Peor que eso… ¡Odio a las mujeres! ¡Y a los homosexuales! —Solté como un crío. Una pataleta del momento.
   —Oh…—Kei colocó un rostro serio, pero no dijo nada. —Bueno, creo que te estoy retrasando, así que ve.
  
   Creí que me preguntaría algo más o el por qué decía esas palabras; Pero nada. Simplemente ingresó a su casa, despidiéndose de mí con su mano. Le imité, hasta que recordé lo de la junta, pero cuando iba a llamarle, él ya había cerrado la puerta tras de sí.

   —¿Qué le pasa? Quizás realmente se está volviendo loco como dijo la vecina…— Sacudí mi cabeza y retomé mi camino, sin antes ver la placa de la casa y descubrir que el apellido de Kei-chan era “Inoo”.

   Al llegar a la cafetería, ella estaba mirando por la ventaba junto a una taza vacía de café. Eso indicaba que había esperado más de la cuenta. Me senté frente a ella, pidiéndoles disculpas por el retraso.

   —Pensé que no vendrías, Dai-kun— Mencionó en tono frágil.
   —Lo siento, me sucedieron unos percances en el camino.
   —Está bien— Guardamos silencio.

   Extrañamente, esa noche se veía hermosa, serena y preocupada por mí, como jamás lo había sentido. Su cabello largo lo tenía recogido hacia un costado, sus labios rojos intentaban modular algunas palabras y sus ojos no eran capaces de mirarme.
 
   —A quien viste, es una compañera de la facultad. La conocí hace un año y fue atracción al instante. Nos veíamos seguido porque tú siempre estabas ocupado trabajando… Sé que no es excusa, pero al menos quiero que sepas la verdad— Habló suave, y solo me miró al final de sus palabras. No supe qué decir.

   Mi corazón estaba partido por la mitad. La mujer y compañera que siempre admiré, que siempre defendí y amé, me había decepcionado de la peor forma. Mi cabeza era un revoltijo de ideas ¿Venganza? ¿Aceptación? ¿Por qué no podía hallar a una buena chica? Pensé que ella era, de verdad lo pensé. Una idea loca pasó por mi mente, tal vez era descabellada, pero estaba tan herido que necesitaba que por un minuto, ella se colocara en mi lugar.

   —A decir verdad…—Comencé— Yo también te engañé con un chico, su nombre es Inoo Kei— La miré fijo para sonar creíble.
   —¿Eh…?— Ella se sorprendió y su labio inferior comenzó a temblar. Me había creído. —N-No es verdad ¿Cierto? —Interrogó a punto de llorar.
   —Lo es y ahora sabes cómo me siento— Fue lo último que esbocé, le acerqué la caja junto a todas sus cosas y salí de aquella cafetería.

   Fui tan inmaduro que simplemente inventé una historia para evitar decir las palabras “Terminamos”. Estaba tan dolido que no quería ser el único que sufriera. Ahora no sabía que haría Aya, conociéndola tal vez me iba a pedir conocer a mi supuesto amante, pero me imagino que quedó en la obviedad que nosotros ya no éramos nada y no nos debíamos más explicaciones. Quizás, era mejor así.
   Volví a casa completamente cansado psicológicamente. Mañana sería un nuevo día y podría reordenar mis ideas.
—o—

   Desperté con mis ojos hinchados por haberme dormido llorando. Cuando fui a tomar desayuno, mi madre me tenía dulces; Eso era algo muy extraño, pero no dije nada. Concluí que me estaba mimando por lo reciente. Me los comí a pesar de no tener apetito, pero me animaron en verdad.

   —¿No tienes trabajo de DJ aún? —Me consultó, para crear conversación.
   —Sí, la otra semana me contrataron para animar en un pub, me van a pagar bien, así que yo pagaré las cuentas del mes.
   —Oh, hijo. No es necesario que hagas eso, si con lo de tu papá nos alcanza.
   —Mamá, recuerda que si no me dejas pagar, ahorraré para enviarlos de vacaciones. No puede ser que tengan a un chico de 21 años aun en casa y no aporte con nada.
  
   Ella me sonrió y revolvió mis cabellos. Mi trabajo Part-time de repartidor de pizzas, comenzaba a las 12 y acababa a las 7, luego tenía junta con mis amigos en el fútbol casi todos los días a las 7.30 y cuando me contrataban en bares, trabajaba desde las 10 en adelante. Llegaba de madrugada solo para dormir y volver a salir. Los fines de semanas salía de casa para bailar break dance en las calles y ganar algo de dinero, y me ofrecía para trabajos cortos. Esa era mi vida y ahora que lo pienso, no sé cómo me daba tiempo para el noviazgo.        

   Durante mi trabajo recibí un mensaje de Aya, preguntándome si es que lo de ayer era verdad o no.

>> Claro que sí ¿Por qué habría de mentirte? << Contesté.

[SMS: Aya] >> No quiero que acabemos mal, Dai-kun. Yo te sigo queriendo mucho… ¿Por qué no nos juntamos para presentarnos a nuestras parejas? Tal vez podamos intentar un nuevo comienzo como amigos, pero esta vez, de manera honesta. <<

   Mi sonrisa fue amarga. ¿Amigos? ¿Presentar a nuestras parejas? ¿Honesta? ¿Qué era esto? ¿Torturando a  Daiki Arioka? ¡Mi pareja ni siquiera era real! Una completa mentira inmadura. Ahora estaba perdido, no sabía qué rayos hacer. No era mi deber presentarle “a mi pareja”. Tampoco tenía ganas de ser su amigo… después de todo lo que me hizo. Aunque si no lo hacía, me iba a seguir jodiendo con el tema, hasta que descubriera que yo era el ser más patético del mundo por inventar una estupidez como esa.

>> Está bien. Juntémonos un día los cuatro. <<

[SMS: Aya] >> Vale. En la semana nos ponemos de acuerdo para el día. Espero que esto sea un nuevo comienzo para nosotros. << 

   Ahí estaba de nuevo, el miserable Daiki Arioka metido en un problema hasta más arriba del cogote. ¿Qué iba a hacer ahora? Tenía menos de una semana para pedirle a mi vecino, con el cual no hablo desde la niñez, que se haga pasar por mi novio en una cita para cuatro ¿Qué era esto? ¡Un chiste de mala clase!

   Como no había fútbol, me quedé haciendo horas extras en el trabajo, hasta que cerró. Eso sería un buen ingreso de dinero después de todo.
   Al volver a casa iba demasiado cansado que sin querer, me iba quedando dormido en el tren. Ya eran cerca de las 1 otra vez. Una pequeña esperanza de encontrarme con Kei-chan encendió mi corazón. Recordé que no quedamos de acuerdo en el lugar de la junta de mañana y tal vez, si lo veía ahora, podríamos aclararlo. De todas formas, ahora era yo quien quería y debía juntarse con él.

   Me bajé del tren totalmente despierto. Miré a todas partes, pero no se veía a nadie caminando por el lugar. El sonido de la máquina se alejó como en una película de terror. Tomé mi bolso con firmeza y al pasar por fuera de la casa de Kei-chan, vi todas las luces apagadas. Quizás no lo vería esta vez y eso me hizo sentir desilusionado. Esperé algunos segundos frente a la gran fachada; Tenían un patio de entrada enorme, junto a una reja colonial. La casa era de dos pisos y hasta incluía un balcón. Ahora que lo pensaba ¿Por qué aún permanecían en ese barrio? Si tenían tanto dinero… Pero de todas formas, la familia Inoo era muy simpática, nadie habló mal de ellos por ser ricos, solo por sus actitudes raras. Pero creo que eso se da en todas partes.

   —¿Qué haces aquí, Dai-chan? Podrías pegarte un resfriado— Me despertó de mis absortos pensamientos.
   —¡K-Kei-chan! —Abrí mis ojos como platos. Me halló por sorpresa.
   —Estás helado—Me advirtió, posando sus nudillos en mis mejillas que se coloraron al instante.
   —¡E-Estoy bien! S-Solo quería saber dónde nos íbamos a juntar mañana—Consulté cohibido.
   —¡JAJAJA! —Se largó a reír, sin yo comprender. —Mentira que estuviste esperándome solo para eso. ¿Acaso, no tienes celular?
   —S-Sí tengo…—Me avergoncé. Era verdad, aquella excusa era muy básica, pero era cierta.
   —Pásamelo, te anotaré mi número para cuando quieras hablarme y no tengas que congelarte acá fuera.

   Le entregué el móvil y él anotó su contacto. Las cosas que él decía me hacían sentir extraño ¿Acaso se preocupaba por mí? No lo sabía realmente y tampoco quería hacerme ilusiones. Era mi vecino y éramos amigos cuando niños, simplemente el cariño jamás se fue. De todas formas, eso me hizo sentir feliz y especial para alguien.

   —¿Dónde quieres ir? Ha pasado tanto tiempo que ya no sé tus gustos o restricciones…
   —Ah, cualquier cosa está bien para mí…—Sonreí. Era verdad, los años no habían pasado en vano. Ni siquiera sabía qué cosas le gustaban a Kei-chan.
   —¿Juntémonos aquí mismo? Hoy pensaré en donde podremos ir ¡Ah! Pero no cenes, porque yo invitaré—Me dijo con una sonrisa y me devolvió el celular.
   —Por favor, paguemos a medias—Le hice un puchero inconsciente. Pero no quería que él cancelara todo, ya que me iba a sentir demasiado aprovechador si es que le iba a pedir un favor de tal calamidad.
   —Está bien— Accedió y revolvió mis cabellos— Ve a casa que yo ya llegué, para tu preocupación—Me bromeó, pero otra vez me hizo sonrojar.
   —¡H-Hey! Solo fue casualidad…
   —Claro, claro…

   Ambos sonreíamos. Se sentía bien estar a su lado, porque aunque hayan pasado tantos años, podría jurar que Kei-chan, jamás me heriría. Me sentía seguro junto a él.
   Volví a casa, todo el cansancio se había esfumado por arte de magia y ahora no podía dormir por su culpa.

—o—

   Al día siguiente era viernes. El viernes más esperado de mi vida. Extrañamente me sentía de buen ánimo y me lo hicieron saber. Simplemente les contestaba “No puedo quedarme estancado en ello”. El día transcurrió normal, no recibí mensajes de Aya y eso fue un gran factor. El sentimiento que le albergaba era complejo, entre nostálgico, amoroso y decepcionante. Ponerme a pensar en ella, era llanto seguro; Por ende, intenté solo pensar en la salida que tendría con Kei esta noche.
   Después del fútbol con mis amigos, fui directo a casa para ducharme. Cuando llegó el momento de vestirme tuve un pequeño colapso ¿Qué rayos me pondría? ¿Debía ir elegante? ¿Semi elegante? ¿Informal? ¡AHH! Me revolví los cabellos con desesperación, pensé en preguntarle a mamá, pero eso sería muy vergonzoso de mi parte. Respiré y comencé a buscar entre mis cosas, algo intermedio de todo. Las poleras con blazer siempre funcionaban y por suerte conservaba uno con el que iba a pedir trabajo. Para abajo me coloqué unos pantalones bajo las rodillas y unas zapatillas de caña. No iba a perder mi estilo fuera de todo. Al mirarme al espejo me desconocí, me veía atractivo y lo decía yo. Arreglé mi cabello y me perfumé. Tomé mi celular, llaves y billetera y bajé para despedirme de mamá.

   —¡Vuelvo tarde, no me esperes despierta!
   —¿Vas a una cita? —Me consultó al verme. —Te ves y hueles muy bien, me halagó.
   —¿EH? ¡No! —Me ruboricé—. S-Solo voy a salir con Kei-chan… Es que no sabía qué ponerme—Confesé avergonzado.
   —¿Volvieron a hablar? Me alegro, hijo. Ten más seguridad de ti mismo, la familia Inoo es muy simpática.
   —Lo sé, madre—Sonreí y salí de casa.

   Hasta ella lo sabía. Si me hubiese puesto un saco de papas para vestir, a esa familia no le importaría porque todos eran así. Te aceptaban como fueses y de donde vinieses. Quizás por eso, tampoco se fueron del barrio. Suspiré algo frustrado, porque al momento de arreglarme, yo ya sabía aquello, simplemente mejoré mi aspecto porque… es Kei-chan de quien se trataba.
  
   Al estar fuera de su casa, no sabía qué hacer. Me daba mucha cobardía tocar el timbre, pero tampoco iba a estar muriéndome de frío. Hasta que recordé lo del número telefónico. Busqué mi móvil y encontré el contacto de Kei-chan. Sonreí al ver que el muy idiota había puesto su nombre y un corazón al lado.

  >> Kei-chan, estoy fuera de tu casa ¿Dónde estás? <<

   Lo envié y a los segundos sentí unos pasos tras de mí. Era él.

   —Lo siento, Dai-chan, me retrasaron en la universidad, pero ya estoy aquí— Dijo muy cansado, sosteniéndose de sus rodillas y buscando el aire por todas partes. Cuando alzó su mirada, para verme; Me sonrió. — Te ves muy guapo…

   Mis ojos se desviaron sorprendidos. Se me subieron los colores en un solo instante. ¿Por qué mi vecino provocaba esas cosas en mí? Empezaba a ser molesto.

   —Ven, me cambio y salimos en un instante.
   —Yo puedo esperar acá fuera— Le mencioné con una sonrisa tímida.
   —¿Qué cosas dices? ¡Vamos! —Tomó mi muñeca y me llevó adentro de su casa. Mi corazón latió aprisa.

   Al entrar, nos recibió su madre muy asombrada al verme. Me saludó con cariño y nos quedamos conversando mientras Kei se fue a cambiar de ropa. Me contó un resumen familiar muy breve, pero no me dijo nada de Inoo. Tal vez, sabía que esta junta era para recuperar un poco la amistad y no quería arruinar nada. Solo mencionó lo duro que había estado estudiando todos estos años y se recriminó su labor de madre exigente.

   —¿Por qué dice eso, Señora? —Consulté. Era difícil ver a una madre criticándose a sí misma. De todas formas, las madres son madres y hacen lo mejor para uno; La mayoría del tiempo.
   —Es solo que… ahora Kei-chan no tiene casi ningún amigo… Y creo que eso es mi culpa—Susurró para nosotros— Por eso, estoy feliz que ustedes hayan podido retomar la amistad. Muchas gracias Arioka-kun.

   Me sonrió depositando toda su confianza en mí. No supe qué decir ¿Gracias? ¿De nada? Pero ahora entendía por qué la noche de nuestro reencuentro, él sonrió amargo frente a mí.

  Kei-chan bajó por las escaleras, totalmente cambiado. Se había convertido en un hombre maduro con aquellas ropas. Unos jeans ajustados, una camisa blanca y un blazer azul; Al parecer me copió la idea. Reí. En su mano traía una bufanda roja y se estaba colocando un pañuelo azul en su garganta. El frío de otoño se estaba haciendo presente.

   —¿Vamos? —Me despertó de mis soliloquios, que estaban adorando su figura.
   —A-Ah, claro— Me levanté del sillón y me reverencié frente a su madre— Fue un gusto volver a conversar con usted.
   —El gustó fue mío, Arioka-kun. Por favor, ven más seguido—Me guiñó un ojo.

   Salimos de ahí y Kei-chan cerró la reja de su casa con llave. Cuando iba a comenzar a caminar, él me habló.

   —Dai-chan.
   —¿Uhm? —Me giré para verle.
   —Sostenme esto durante toda la noche—Me dijo, envolviéndome con la bufanda que había traído.

   Mi estómago se revolvió al sentirlo tan cerca y ver en ello, un acto de preocupación por mí. ¿Por qué me estaban sucediendo estás cosas? Se colocó próximo a mí y comenzó a caminar, sin mí.

   —¡H-Hey, espérame! —Comencé a correr para alcanzarle y él también lo hizo.

   Y así fue como comenzamos una competencia hasta el tren. Le gané. Pero esta vez no creo que me haya dejado vencerlo. Lo vi tan devastado y falto de aire que comencé a reírme.

   —Inoo-chan, te falta ejercicio en el cuerpo ¿Verdad? Te ves todo delgadito, pero debo adivinar que es porque no comes nada ¿Verdad?
   —Ni que lo digas, creo que eso se nota en mis no-músculos—Rió también. Recuperando la respiración y echándose aire en las mejillas— Hace mucho que no corría, pero me ha hecho bien.
   —Te llevaré a una práctica de fútbol un día.
   —¿Para ir a apoyarte, verdad?
   —¡No! Para jugar, idiota—Le golpeé el hombro con delicadeza.

   Qué bien se sentía aquel momento. Fue como volver a ser niños y a pesar de los años, el sentimiento de nunca aburrirme con Kei-chan, aún se mantenía. Eso era algo que valoraba muy dentro de mí.

   —¿Y bien? ¿Dónde me llevarás?
   —Pensé en ir a un restaurant al otro lado de la línea. ¿Yankiniku está bien?
   —Woah~ No pensé que Kei-chan comiera esas cosas—Acepté la invitación. Amaba el Yankiniku.
   —No sabes muchas cosas de mí—Sonrió ladino.

   Aquello significaba algo que me dejó intrigado. Pero mantuve silencio. Caminamos unas cuantas cuadras luego de haber cruzado la línea. Entramos a un restaurant con ambientación muy tradicional japonesa. Me pareció extraña la elección, ya que especulé que escogería algo más moderno. Cuando ingresamos, Kei habló con el anfitrión, el cual nos llevó a una sala privada. Ahora entendía por qué había escogido este restaurant.
   Nos sentamos y pedimos varias órdenes de carne y cerveza. Algunas verduras, tres salsas distintas,  mariscos y harumon. Teníamos suficiente comida y cada vez llegaba más. Tal vez no sería una buena primera impresión, pero nos sentíamos en confianza ya.

   —¿Qué estudias, Kei-chan? —Pregunté, llevando un trozo de cerdo ya cocido a mi boca.
   —¡Uhm! Estudio arquitectura, este es mi último año—Me sonrió, bajando su vaso de cerveza— ¿Y tú, Dai-chan? ¿Qué haces?
   —A-Ah… Pues trabajo como repartidor de pizzas por las tardes y a veces como DJ por las noches, los fines de semana en lo que encuentre…—Me rasqué la nuca un tanto avergonzado, sabía que esos trabajos eran de un estudiante de universidad y no de un adulto, pero tampoco tenía los suficientes estudios para ingresar a algo más formal— No quise ir a la universidad pues sabía que me iría mal…
   —¿Ni siquiera lo intentaste?
   —No. Sé que está mal, pero justo en mi casa surgieron problemas económicos, a mi padre lo echaron de la empresa y tuvo que buscar otro trabajo.
   —Entiendo… ¿Y por qué no lo intentas ahora? Aún eres joven ¿Qué cosas te gustan?
   —A-Ah… me gusta la música y ser DJ, de hecho, si hubiera más trabajo o fuese mejor en ello, me dedicaría cien por cien. Si no, me gustan los deportes, ¡Soy bueno en el fútbol!
   —JAJAJA de eso estoy seguro, hoy me lo demostraste—Tomó un trozó de carne y se lo echó a la boca, por alguna razón, no pude dejar de ver sus labios—. Conozco una escuela técnica que imparte las carrera de ingeniero en sonido y músico, duran tan solo dos años ¿Podría ser una buena opción, no?
   —No sería mala idea, Kei-chan…—Ahora que lo pensaba, jamás retomé la idea de volver a estudiar y ahora que mantenía algunos ahorros, quizás podría conseguir un resultado positivo. Esta junta estaba dando buenos frutos. —¿Cómo se llama, para averiguar un poco más?
   —Nihon Kogakuin, el colegio técnico, también está la universidad por si quieres aspirar a más, pero creo que lo tuyo va por ahí ¿Me equivoco?
   —Pareciera que me conocieras a la perfección…—Miré sus pupilas oscuras con determinación.
   —Es solo sentido común, aunque sí, creo conocerte un poco. Dicen que la niñez es tu esencia de cuando grande…
   —¿Y tú? ¿Sigues siendo el chico risueño de pequeño?

   Creo que mi pregunta lo pilló por sorpresa, ya que su rostro cambió a uno un poco más serio y amargo. Creo que había dado en un punto sensible, pero me miró y contestó.

   —Solo contigo, Dai-chan.

   Mi cara se entonó rojiza. ¿Qué acaso me quería matar de la presión? ¿Qué fue esa respuesta? ¿Cómo que solo conmigo? ¿Qué estaba intentando? Tomé mi cerveza al seco, buscando qué decir.

   —Puedo preguntar algo que me dijo tu madre hoy…—Mencioné inseguro. No sabía si era correcto, pero prefería guardar secretos con Inoo-chan que con su madre.
   —Claro, pregunta. Para eso es esta junta. No te guardes nada, porque yo no lo haré—Me observó pícaro.
  —¿Es verdad que no tienes amigos?
   —Hey. Eso fue duro de parte de ella—Rió— Sí tengo, no muchos, es solo que soy malo sociabilizando. Ya sabes, pasar encerrado toda tu vida en una habitación, teniendo más relaciones con libros que con personas, te vuelve alguien apático.
   —Pero tienes el gen “Inoo”. Jamás podrás ser apático.
   —Créeme que sí puedo, pero contigo no lo sería, Dai-chan. Eres mi amigo de la infancia y… pues te tengo mucha estima a pesar de todos estos años.
   —G-Gracias…—Respondí torpe. Sus palabras sonaban sinceras e hizo que mi corazón estuviera tranquilo. —Bueno, así que tienes amigos… ¿Has tenido novias?
   —¡Eso es confidencial! —Bromeó, ya que al instante comenzó a responder— La verdad es que nada formal, era muy difícil para mí mantener una relación con mi “nada” de tiempo. —Presionó el botón, para pedir más cervezas. —¿Y tú, Dai-chan?
   —A-Ah… Pues sí, he tenido unas cuantas novias, pero creo que eso del amor no es para mí…
   —¿Te rompieron el corazón?
   —Algo así… —En realidad sí lo habían hecho, estaba destrozado; Pero no quería hablar de Aya en ese momento.

   Llegaron las cervezas y mantuvimos una entretenida conversación, recuperando todo el tiempo perdido entre nosotros. Ahora me pregunto ¿Por qué no lo busqué antes? Su compañía era tan agradable y graciosa, que me arrepentía constantemente.
   Salimos del local casi rodando, ya eran las 12 de la noche. No estábamos lejos de casa, así que no había apuro. Comenzamos a caminar y llegamos hasta un parque de juegos infantiles donde solíamos reunirnos. Fue un golpe a la memoria.

   —Esto es nostálgico ¿No lo crees? —Dijo él, sentándose en columpio.
   —Demasiado—Le seguí, sentándome en el próximo. Comenzamos a balancearnos.
   —Aquí fue donde nos conocimos…
   —Éramos bebés ¿Cómo lo recuerdas? —Lo miré con una ceja alzada. ¡Teníamos alrededor de dos años! Era imposible tener recuerdos a esa edad.
   —JAJAJA, mi madre me lo dijo. Me contó que no sabía cómo hacerme callar y me sacó a dar una vuelta por el barrio. Al ver a tu madre junto a ti en los columpios, pensó que sería buena idea acercarse. Y creo que es la mejor idea que ha tenido en años.
   —Así que esa es la historia… —Sonreí— Mi madre siempre me traía a este parque. Después ya veníamos solos ¿No?
   —Sí. Bien recuerdo cuando quisiste saltar del columpio en movimiento y caíste feamente. Me reí por media hora y luego te ayudé.
   —¡Eras malvado, Kei-chan!
   —Es que fue muy gracioso.
   —Idiota—Fruncí mis labios y continué con un balanceó suave.

   Recordé que debía pedirle “aquel” favor. Y sí, la confianza creció, pero aun no me sentía preparado. ¿Qué podía hacer? Nos mantuvimos en silencio y lo aproveché para hablar.

   —Kei-chan… Quisiera pedirte un favor—Lo miré, avergonzado.
   —¿Uhm? ¿De qué se trata?
   —Verás…—Me puse nervioso y comencé a jugar con mis pies. —Yo… no sé por dónde comenzar, es algo vergonzoso…
   —Dime, haré lo que me pidas—Me sonrió amable.
   —¿Cualquier, cualquier cosa?
   —Cualquier cosa.
   —Hazte pasar por mi novio.
   —¿¡EHH!? —Sus ojos se abrieron y hasta pude sentir como se alejó de mí. Sonreí irónico.
   —¡Nunca digas cualquier cosa, si no estás dispuesto a hacer cualquier cosa! —Le recriminé, pero él se rió.
   —¿Es de verdad la petición? ¿Por qué?
   —Es verdad…—Desvié mi mirada— Es simple venganza, pero si no quieres no te preocupes, buscaré a alguien más…
   —En ningún momento he dicho que no puedo o que no quiero, Dai-chan. Simplemente quiero saber a qué se debe esto. Como tu hipotético novio debo saberlo ¿No?
   —¡Oye! ¡No te lo tomes tan enserio! —Me sonrojé sin querer y mis manos tomaron con fuerza las cadenas del columpio. —Hace unos días, encontré a mi novia… digo ex novia, con otra chica. Digamos, que era nuestro aniversario y ella me negó la junta por temas de estudios. Fui hasta su departamento y antes de poder tocar la puerta, salió una mujer de allí. Se estaba besando con mi ex…—La voz se me quebró sin querer y mis manos estaban temblando al recordar la escena. —Me sentí un estúpido, un imbécil. Cuando nos juntamos para “terminar” no fui capaz de decir esas palabras y acabé inventando una historia de que yo también le engañaba con otro chico… Eso no es verdad, pero ahora me dijo que nos juntáramos los 4 para volver a empezar de cero, como amigos y cada uno con su pareja. Le iba a decir que no, pero la conozco y no se mantendría tranquila hasta descubrir quién era aquel amante y si descubre que era mentira, seré el hazme reír para toda su vida. Sé que es inmaduro, pero te lo pido como nuestra última travesura, juntos ¿Qué dices?
  
   Él simplemente sonrió y se levantó del juego para colocarse detrás de mí. Abrazó mis manos con las suyas y sentí un fugaz beso en mi cabeza antes de que él comenzara a balancearme. Mi corazón se aceleró y agradecí que esta vez, no me estuviera viendo. Fue una mezcla de todo. Entre mi petición vergonzosa, aquel beso infiltrado y el puñal de nostalgia ante aquel mecer. Inoo solía hacer eso, cuando éramos pequeños. 
 
   —¿Y cuándo es la junta?
   —Aun no le sé, te aviso por mensaje y me dices si es que puedes. Aunque sería buena idea que me envíes tu horario.
   —Vale, te lo enviaré por semana eso sí. Todos mis días son distintos porque a veces me quedo a estudiar en la universidad o a hacer ayudantías.
   —Eres un muy buen alumno ¿No?
   —Es en lo único que soy bueno, debo aprovecharlo ¿No?
   —Eres muy amable, también.
   —Solo contigo, Dai-chan— Volvió a decir. Aquella frase se estaba haciendo muy frecuente.

   Estuvimos un rato más, jugando y riendo en aquellos juegos. No nos dimos cuenta cuando ya eran las 3 am y creímos que era buena hora para volver a casa. A pesar de que su hogar estaba primero, me fue a dejar.

   —Gracias por sostenerme esto, lo guardaré yo para la próxima vez que se te ocurra salir medio desnudo—Me quitó la bufanda con una sonrisa.
   —¡H-Hey! Para la próxima saldré con una mía—Fruncí mis labios en forma de protesta— Pero gracias de todos modos.

   Nos despedimos y entré a casa. Había sido un gran día. Una parte de mí volvió a estar completa y dejó de sentirse culpable. Ahora volvía a tener dos casas, dos madres, dos padres y un cómplice de mis travesuras.

—o—

   Pasó el fin de semana, tuve algunas conversaciones con Aya en donde me preguntaba cómo estaba. No sabía si lo hacía con sinceridad o por maldad, pero intentaba parecer fuerte; de todas formas era internet. La mantuve en mis redes sociales y ella a mí, pero era verdaderamente incómodo para ambos. Revisaba sus perfiles cada cinco minutos, pero no había nada nuevo. Solo que los dos cambiamos nuestras fotografías donde aparecíamos juntos.

   Kei-chan me envió su horario por mensaje al celular. De verdad tenía días muy ocupados; Había un día en donde volvía a las 4 de la madrugada, solo por quedarse a ayudar con maquetas a alumnos menores. Lo más temprano que podía eran los miércoles y viernes a las 10 y los fines de semana.
   Acordé con Aya juntarnos el viernes, de esa semana. Mi plan iba en acción y esperaba que todo saliera a la perfección. Solo era ir juntos y presentarlo como novio ¿No? Sería fácil.

  Aproveché de averiguar sobre las carreras que me habló Inoo. Era una buena alternativa, ya que si las clases comenzaban en primavera, alcanzaba a hacerme los ahorros suficientes para la matrícula y el primer año, lo demás tendría que buscar por fondos públicos o bancos, además de seguir trabajando. Se lo comenté a mi madre y le pareció una buena idea, ya que odia verme tan tambaleante en mis labores y como es algo que me gusta; Me apoyó. Al igual que mi padre.

   Llamé a Kei-chan, para contarle mis planes de futuro que motivó él. Se puso feliz, lo pude notar en su voz.

   —Gracias, Kei-chan. Sin ti no me hubiese determinado, ¡Aunque debo estudiar para el examen!
   —JAJAJA, pero yo puedo ayudarte con eso, no te preocupes.
   —Pero tú estás lleno de cosas, no quiero ser una molestia.
   —No lo serás. Solo dame dos horas el fin se semana. Lo demás va a tener que ser esfuerzo tuyo ¿Qué dices?
   —¿Debo pagarte?
   —Por supuesto—Bromeó.
   —¿Y de cuánto estaríamos hablando?
   —¡Una tarta de esas que hacia tu mamá! —Se largó a reír. Ambos sabíamos que aquello iba en serio.
   —Vale.

—o—

   Llegó el tan ansiado viernes. No fui al fútbol porque me hallaba demasiado nervioso para hacer cualquier cosa. De hecho fui muy disfuncional en el trabajo que casi fui arrollado por el tren. Estuve en casa, preparando mi plan, sabiendo qué decir, qué preguntar, qué movimientos hacer. Aya no podía descubrir mi verdad.
   Me vestí un poco más informal que la noche anterior, iríamos a un bar a servirnos algo; Dicen que con el alcohol la vida se vuelve más fácil, espero que realmente sea así esta vez.

   Partí a la casa de Kei-chan, debía comentarle mi plan en el tren camino al bar. No quise molestarlo antes por sus estudios. Esta vez no esperé afuera, simplemente toqué el timbre, y su madre me hizo pasar con una sonrisa. Estuvimos conversando un buen rato, mientras Inoo-chan se cambiaba de ropa. Cuando bajó, pensé en lo atractivo que se veía. Si de verdad yo fuera su novia, andaría con él orgullosa por la vida. Pero soy hombre y somos amigos.

   —Veo que esta vez cubriste tu cuello—Me comentó, aún con su madre presente.
   —No soy un niño—Le reclamé, apenado.

   Nos despedimos y salimos con la excusa de ir a una cita con dos chicas, por eso íbamos tan arreglados. Se sentía tan prohíbo, el hecho de andar mintiendo y excusando nuestras salidas. Volví a sentirme niño junto a mi mejor amigo de la infancia.
   Mientras tomábamos el tren, comencé a explicarle el plan.

   —Si nos preguntan cómo nos conocimos, simplemente contemos la verdad, pero si nos preguntan desde cuándo que somos amantes, debes decir que de hace un año ¿Está bien?
   —Comprendo ¿Lo hemos hecho o aun no?
   —¿¡EH!? —Su pregunta me hizo tornar mis mejillas coloradas.
   —Sexo…
   —¡Sí sé a qué te refieres, maldito! —Le golpeé suavemente el hombro, mientras él se reía.  Pero a decir verdad, eso era un tema importante. —Verás, según ella, me engaño con aquella chica por solo sexo… pero ahora están juntas al parecer. ¿Qué debo decir yo? —Le consulté, tal vez él podría darme un consejo.
   —Pues… algo parecido ¿No? Que al principio fue solo sexo y que con el tiempo, comenzaste a sentir cosas— Que lo dijera él, era totalmente incómodo. Se estaba adecuando al plan a la perfección, pero era tanto así que me llegaba a sentir ultrajado.
   —Vale, entonces así será. Recuerda que esto es mi venganza y simplemente quiero que sienta lo que yo sentí, nada más.
   —Si dices cosas muy parecidas a las de ella, quizás te descubra. Pido permiso para meter mi bocaza si es necesario.
   —Permiso concedido.

  Llegamos al pub y me detuve frente a la puerta. Mi león se estaba convirtiendo en un gatito miedoso y de pronto unas ganas por salir corriendo me llenaron.

   —Tranquilo, todo va a salir bien—Él me sonrió y sus dedos se entrelazaron con los míos, haciéndome perder el control de mi cuerpo. Entré al lugar, guiado por Kei. ¿De verdad estaba haciendo esto? Bueno, ya estábamos ahí.
   —Allí están—Apunté a una mesa arrinconada del lugar. Había dos chicas conversando.
   —¿Quién es tu ex? —Me susurró antes de llegar a la mesa.
   —La de pelo largo—Le contesté cómplice, aferrándome a aquellos dedos con seguridad.

   Al estar frente a ellas, Kei las saludó con una venia. Es como si el irreverente Inoo se quedó en la puerta y ahora tenía a mi lado a un caballero. No sabía cómo sentirme exactamente. Quedé frente a la otra chica, creo que Kei lo hizo apropósito. Nos presentamos:

   —Bueno Dai-chan, ella es Kasumi, mi novia y yo soy Aya—Se presentó hacia Kei. No sabía qué clase de broma era esta. Pero el mundo se estaba mofando en mi cara. Hace una semana éramos novios y ahora estábamos en una situación anormal, en donde me decía con total confianza que aquella chica era su pareja. ¿Qué era esto?
   —Un gusto—Sonrió mi acompañante.
   —Él es Kei-chan… —Mis labios se trancaron. ¿Por qué no podía hablar? ¿Era tan difícil decir dos palabras?
   —Soy su actual novio—Me ayudó. Todos lo miramos y es que dijo aquello con tanta osadía que llegué a creerle. Revolvió mi cabello y mis mejillas se sonrojaron.
   —Vaya… así que era verdad—Murmuró oíble mi ex novia.
   —¡Claro que era verdad! —Salté. Era con mí orgullo con quien se metían y eso no lo iba a perdonar.
   —¿Y desde cuándo que son novios? —Preguntó Kasumi.
   —Desde hace un año…—Hablé, la confianza que me entregaba Inoo era de mucha ayuda. —¿Y ustedes?
   —Lo mismo.

   Mantuvimos un silencio incómodo. Creo que todos en la mesa nos estábamos haciendo la misma pregunta ¿Entonces para qué Aya y yo estuvimos juntos? Pero mientras ellas no supieran que mi historia era falsa, todo estaría bien.
   Conversamos por goteras, manteniendo momentos incómodos. Oír como ellas se conocieron y cómo su amor fue inmediato. Oír sobre la primera vez que lo hicieron y como mantuvieron la relación a pesar de que Aya comenzó a sentir cosas por mí, fue un golpe en la herida. Ganas de llorar no me faltaban; Pero no podía. Mordisqueé mi labio inferior, aguantando todo.

   —Cuando conocí a Dai-chan…—Habló Inoo, ante la sorpresa de todos—. Supe que era alguien especial. Comenzamos a crecer y sabía que no quería estar con nadie más. Él me hacía olvidar todo— Me miró con una sonrisa amplia y me guiñó uno de sus ojos— La primera vez que lo hicimos, fue alrededor de un año, no nos habíamos atrevido antes porque ya saben, ambos éramos hombres, pero después de aquello supe que no quería perderlo. Fue en ese momento que te conoció Aya-san y a pesar de que él quiso dejarme por ti muchas veces, se lo impedí a toda costa. Digamos que para mí, tú fuiste un gran obstáculo… pero agradezco que las cosas sean así, que tú la tengas a ella y que él jamás me haya dejado de lado, a pesar de estar contigo.

   Mis mejillas estaban completamente rojas. No podía creer que aquello haya salido por los labios de Kei-chan ¿Por qué rayos sonaba tan convincente? ¡La actriz era Aya, no él! Pero debo decir fue un genio. Fueron las gotas exactas de venganza que necesitaba. Ni tan sutil, ni tal dolorosa. Era perfecto con ello. Sonreí, siguiendo el juego.

   —Creo que todos aprendimos una lección ¿No? Debemos ser honestos con nuestros sentimientos para evitar problemas como estos.
   —Entonces ¿Deberíamos convertirnos todos en amigos? —Propuso Aya. Algo raro había en su voz, lo podía notar.
   —Claro—Contesté, alzando mi copa para brindar por ello.

   A veces me pregunto de dónde saco tantas fuerzas. La noche pasó un poco más amena, Inoo-chan fue de mucha ayuda, incluso llevó mucho mejor el plan que yo. Por un momento mis ojos se posaron en Aya y miles de recuerdos pasaron por mi mente. Ella se veía preciosa esta noche y sin notarlo mis párpados se llenaron de agua, no comprendía por qué el destino me hacía estas bromas tan crueles.
   Ante mi sorpresa, unas manos tomaron mi rostro y sentí como Inoo posaba sus labios sobre mi mentón, simulando un beso. Estuve a punto de arruinarlo todo, lanzándolo lejos, pero fue un táctica para limpiar mis lágrimas con sus pulgares sin ser visto por ellas. Me sentía idiota. Aquel chico estaba haciendo más de lo que yo le había pedido, solo para que no me descubrieran. Ahora estaba en deuda.

   —Woah~—Dijeron ellas, sorprendidas por el accionar de Inoo. —¡Qué tiernos!
   —Creo que es hora de irnos, mañana Dai-chan tiene trabajo desde temprano y quiero que duerma lo suficiente— Mintió.
   —Ha sido un gusto—Contestó Kasumi.

   Nos despedimos y cuando salimos, la carga sentimental que mantenía sobre mis hombros, desapareció. Estaba cansado, desanimado y hasta enfermo. Caminamos hacia el tren y volvimos a casa.

   —¿Fue duro?
   —Más de lo que pensé… Pero te agradezco, me has salvado—Le sonreí leve y él me respondió el gesto, imitándome.
   —¡Para la próxima consigue una novia soltera! —Me golpeó levemente la cabeza y me largué a reír. Ya no podía hacer otra cosa.

   Me afirmé en el hombro de Kei, durante el trayecto. Dormitando. Sus finos dedos se colaban por mis cabellos en masajes muy delicados. Tanto que me relajaron por completo. Al llegar a la estación y despertar de ese trance en el que me había puesto mi amigo, fue algo desagradable.

   La imagen de Aya y Kasumi volvieron a mi mente. ¿Por qué? ¿Por qué yo? Guardé silencio en el camino, pero la misma pregunta revoloteaba tanto en mi cabeza que se traspasó a mi corazón. Comencé a llorar sin querer.

   —Dai-chan…—Se detuvo el mayor. Alzando mi rostro para limpiar mis lágrimas con delicadeza.
   —¿Por qué yo, Kei-chan? ¿Por qué esto? —Él me abrazó en plena calle y yo le correspondí. Me aferré a su delgado pero firme cuerpo, el cual me consolaba sin él saberlo.
   —Tranquilo…—Me intentó calmar. Sus dedos en mi cabellera, hacían un gran trabajo.
   —No quiero sufrir más… mi corazón duele demasiado…

   Él no dijo nada, simplemente hizo una acción que me hizo olvidar todo. Acercó su nariz a mi rostro y la juntó con la mía, moviéndola de un lado a otro, haciéndome sonrojar por completo. Me sentía mimado, querido…

   —Confía en mí…—Me susurró, acercando sus labios a los míos en un beso húmedo por mis lágrimas.

   Era un beso tan diferente a cualquiera. Pude sentir calidez, protección y amor. Un beso que me consolaba y a la vez me hacía sufrir. Era un beso de Kei-chan el cual no pude evitar responder. Cerré mis ojos, entregándome al momento. Nuestros cuerpo se apegaban cada vez más y nuestros labios danzaban lentamente. Sin darme cuenta, ya no estaba llorando.
   Cuando sentí una lengua ajena querer ingresar, abrí mis ojos de sopetón y lo alejé con violencia. Recordando el hecho de que ambos éramos hombres, amigos… mejores amigos de infancia. ¡Esto no era más que una confusión! ¡Era incorrecto! Cubrí mis labios.

   —No te lo tomes demasiado enserio…—Excusé. Pero salí corriendo a mi casa, sin ver atrás. No podía más con mis sentimientos. Aya, Kasumi; Ahora Kei.

—o—

   Estuve el fin de semana encerrado en mi habitación. No tenía trabajo ni ganas de bailar. Solo quería morir. Pensé tanto las cosas que ya no sabía cómo enfrentarme a ellas. ¿Cómo vería a los ojos a Inoo? Después de todo, su beso no me desagradó… es solo que tengo miedo. Él es hombre y yo también. ¡Jamás he estado en una relación homosexual! Si es que él quiere una relación… ¡Si no para qué! ¿Qué pasa si sufro más? No quería que Kei-chan fuese la persona que terminara por partir el alma. Él es demasiado especial para mí, demasiado importante en mi vida; A pesar de todos estos años.
   ¿Qué debería hacer ahora? No contesté sus llamadas, ni mensajes en donde me preguntaba si es que estaba bien o si es que me podía ir a ver. Simplemente le contesté con un “Dame tiempo”.

   Creo que comprendió porque no ha vuelto a intentar contactarse conmigo. Pero ¿Ahora qué iba a hacer? ¿Cómo dejaría pasar esto con completa normalidad? ¿Era factible nuestra amistad, después de esto? ¿Qué pasa si desato sentimiento por él? ¿Cómo mierda los escondo? Y más importante ¿Qué significó ese beso para él? Sé que todas sus palabras fueron muy comprometedoras todo este tiempo, pero no quiero tomarles el peso que corresponden, porque solo podrían dañarme más. La única solución era ir a su casa y hablar debidamente con él.

   Para mi suerte, Kei-chan me envió su horario por mensaje el domingo. El martes volvía a las 11, así que decidí ir ese día. Por ahora solo iba a fermentar en mi cama, cubriéndome con sábanas ante todos mis problemas.

—o—

   Le pedí a mi mamá si es que podía cocinar una tarta, de esas que amaba Inoo-chan cuando pequeño. Ella accedió y aproveché de aprender a hacerlas. De todas formas a mí también me gustaban. Las dejamos listas antes de irme a trabajar, así estarían frías para la noche.
   Mi día transcurrió normal, fui al fútbol y esta vez ganamos. Eso me hizo sentir mejor, dentro de todo mi tormento.

   Cuando ya eran cerca de las 11, estaba listo para salir. Me había arreglado sin querer y ahora me recriminaba eso. Esperé a que fuera pasada la hora, para llegar cuando Kei-chan ya estuviera en casa.

   Toqué el timbre, con la tarta entre mis manos. Estaba demasiado nervioso. Su padre salió a mi recibimiento, reverenciándome. Me disculpe por la hora y dije que venía a ver a Kei-chan. Él me dejó pasar con una sonrisa, creo que ambos estaban felices de que hayamos retomado nuestra amistad. Pero ahora no sé qué iba a pasar.
 
   —Está arriba. Subes la escalera y a mano derecha está su habitación. —Me explicó y aprovechó de darme las buenas noches.

   Subí despacio, no quería meter ruido. La casa de Kei-chan estaba remodelada, ya que no la recordaba así. Ahora tenía mucho más espacio y era muy moderna en todos los aspectos. ¿Quién diría que aquel ser irreverente pudiera vivir en esas instalaciones tan lujosas?
   Su puerta estaba cerrada y golpeé despacio, pero una música muy conocida estaba a un volumen superior a mis “toc-toc”. Abrí  la puerta sin más y la cerré tras de mí. Busqué a Kei en aquella habitación tan grande, era una mezcla de pieza y centro de estudio. Había muchas maquetas en distintas mesas, planos y post-it pegados en su pared. Lo divisé frente a su computadora; Al parecer trabajaba en un plano. Sonreí.

   Verlo tan absorto a un nivel que ni siquiera dio cuenta de mi presencia, me hizo querer admirarlo. Siempre se esforzó tanto en sus estudios y jamás estuve ahí para poder apoyarlo en sus momentos más difíciles. Sé que él tampoco lo estuvo en los míos, pero falta que me hizo. ¿Por qué él en tan solo dos semanas, solucionó mi vida?
 
   Me acerqué a sus espaldas y le hablé.

   —No sabía que también te gustaba KAT-TUN—Dije por la música. A lo que él saltó del espanto, pegando un pequeño grito.
   —¡Dai-chan! —Colocó su mano en su corazón, su rostro estaba palidísimo por el susto.
   —¿Te asustaste? —Consulté irónico, con una sonrisa traviesa.
   —¡Eres como un ninja! ¿Cómo entraste y no me di cuenta?
   —¿Sabías que cuando trabajas te metes en tu mundo? Acabo de descubrirlo.
   —A-Ah sí… lo siento—Se rascó la nuca y miró mis manos. —No me digas que es…
   —Sí te digo.
   —¡Mentira! —Me la quitó y la abrió completamente hambriento. Sacando un trozó y gozando de las virtudes gastronómicas de mamá y mías. —¡Está como la recordaba! ¡Incluso más exquisita!
   —Eso es porque la hice a medias con mi madre—Mencioné con orgullo.
   —¿De verdad?
   —Claro.
   —Entonces la comeré con más ganas aún.

   Ahí iban de nuevo, aquellos comentarios que me hacían sonrojar. Me volteé y caminé hacia el equipo de música que reproducía ahora una canción de Jin. Inoo-chan, era coleccionista de discos, mantenía un estante con todos los discos de KAT-TUN, Akanishi, algo de música clásica entre otros artistas que no conocía. Jugué con la perilla del volumen.

   —No quiero sonar pesado, pero si has venido, ha sido porque quieres decirme algo ¿No?

   Dio en clavo. Pero el problema es que no sabía cómo comenzar. ¿Qué diría? Suspiré y para evitar sus ojos, comencé a revisar cada uno de los discos.
   —Primero… quiero disculparme por… haberte corrido aquella vez y decirte esas palabras.
   —Oh, Dai-chan. No tienes por qué hacerlo, yo me precipité con ello… Fue desafortunado de mi parte, lo sé.
   —¿Por qué dices eso? ¿A pesar de que te correspondí?
   —Tú… ¿Odias a los gays, me equivoco? Saber que tú mejor amigo de la infancia es gay, debió haber sido un golpe duro para ti ¿No?
   —¿Yo? ¿Odiarlos? —Fruncí mi entrecejo. Yo no tenía nada en contra de los gays ¿Por qué Inoo-chan decía eso? De todas formas, no me había puesto a pensar en su condición sexual…
   —Eso dijiste, cuando nos reencontramos.
   —Tsk, eso fue una simple pataleta, porque Aya estaba con Kasumi. Yo nos los odio, menos a ti… Kei-chan—Mi voz sonó como la de un crío.
   —¿Es en serio…?— Oí como se paraba de la silla, acercándose a mí.
   —Es verdad… —Bajé mi mirada, avergonzado— A decir verdad… estuve encerrado en mi casa, simplemente pensando en ti. Kei-chan, tengo miedo—Le confesé, sin rodeos— Yo no quiero perder nuestra amistad. Me di cuenta que me hiciste falta todo este tiempo y ya no necesito que te alejes. Si te absorbes en tus estudios, quiero hacerlo contigo. No quiero que estés solo nunca más…
   —Me gustas…—Susurró, en mi espalda. Creando un corriente por todo mi cuerpo. —Me gustas mucho, Daiki…
   —Pero tengo miedo que esta amistad se destruya por culpa del amor… No quiero que seas tú quien me hiera, porque no sabría en quien sostenerme. Si tú me traicionas, juro que mi mundo se desmorona.
   —Eso no sucederá, Dai-chan…—Acarició mis hombros y lentamente me volteó, para que pudiéramos hacer contacto visual. —No concibo sentir estos sentimientos por nadie más. Dai-chan, tú no solo me gustas, yo te quiero y nos conocemos desde tan pequeños que el sentido de protección viene incluido en nuestra relación. Yo no puedo permitir que algo te dañe. Ya te lo dejé claro en aquella salida. Ni siquiera era mi intención decir aquello, solo salió de mis labios ¿Qué acaso no puedes verlo?
   —Sí puedo… Pero…—No tenía excusas, pero el miedo nadie me lo quitaba. Habían acabado conmigo tantas mujeres, tantas veces… que no sabía si el amor era algo para mí.
   —Dai-chan, una sola oportunidad… —Me pidió, acariciando mis mejillas.

   Aquella mirada, fulminaba con cada palabra que yo quisiera decir. Mordí mi labio inferior. ¿Por qué debía ser tan… irresistible? ¿Por qué no podía negarme? Cedí y tomé su camisa del cuello para acercarlo a mis labios en un beso deseoso.
   Fuera de broma, siempre quise saber qué se sentía besar aquellas carnosidades tan prominentes y ahora comprendo que son hasta medicinales. Jugueteamos con nuestras lenguas en besos profundos. Él me abrazaba con pasión, apegando nuestros cuerpos a más no poder. Yo traviesamente mordisqueaba sus labios; Eran demasiado exquisitos.

   Mientras la temperatura comenzó a subir entre nosotros, mientras los besos, eran repartidos por todo nuestro cuerpo visible. Nuestros miembros comenzaron a despertar, haciéndome sonrojar completamente.

   —K-Kei-chan… tus padres… n-nos pueden oír—Dije, al cubrir uno de mis gemidos que provocó al lamer mi lóbulo.
   —Tranquilo, jamás suben y duermen como troncos…—Me advirtió. Su voz se oía excitada, tanto como la mía. Me acorraló en contra de su escritorio, subiéndome a este, acomodando sus caderas entre mis piernas. Lo abracé por inercia. Podía sentir su bulto tan falto de atención como el mío. Pero teníamos tanto que conocer uno del otro, que fuimos por parte.

   Me desnudó el torso y le imité. Sentir el calor de su pecho, era distinto. Todo era distinto. Cuando lo haces con mujeres, debes hacer todo el trabajo tú, pero esta vez fue una lucha de poder, una lucha de egos, pero que ninguno de los dos tenía problemas en ceder de vez en cuando. Lo mordí, lo marqué, lo besé y lo excité a más no poder. Lamí sus tetillas hasta dejarlas desgastadas. Sus gemidos sonaron fuerte en mis oídos, haciéndome caer en un estado de lujuria máximo.

   La tarta estaba a nuestro lado y me miró pidiéndome disculpas por lo que haría; Pero no le culpé. Tomó del rellenó y lo embetunó en mi pecho, lamiéndome hasta que tuve que morder mi antebrazo para no gemir demasiado fuerte.

   Me bajé del escritorio, simplemente para deshacernos de nuestros pantalones. Nuestros cuerpos se amoldaban tan endemoniadamente bien. Bajé lentamente por su cuerpo, tomando su erectado miembro. A pesar de no tener experiencia en relaciones con hombres, sabía que esto le causaba placer a cualquiera; Aun así, era algo nuevo para mí. Comencé a lamerlo y engullirlo dentro de mi boca, reiteradas veces. Él  se sostenía de la mesa y de mi cabeza, tirando un poco de mis cabellos hasta que me hizo elevarme,  volviendo  a sentarme en aquel escritorio. Ahora era su turno y vaya ¡Qué técnica! Se movía tan bien, frotándolo contra sus paredes bucales. Tan bueno era, que estaba al borde de correrme.

   —O-Oye… ¡No p-puedo! Ngh…—Exploté dentro de su boca y el seguía allí, moviéndose de arriba para abajo, tragando todo mi semen.

   No lo podía negar. El sexo con él, era increíble. De hecho, jamás pensé que podría ser tan bueno. ¿Acaso… me estaba volviendo homosexual? Pero… pensándolo bien, no podría hacerlo con nadie más que no fuese él.
   Lo miré, aquel Inoo que conocí cuando pequeño ya había crecido, de eso estaba seguro. Pero realmente no me importaba su condición sexual, simplemente si él solo hacía estas cosas conmigo, todo estaba bien para mí. Acaricié su cabello, dejando ver aquella gran frente que amaba tanto, incluso desde niños.

   Me miró inocente y ambos sonreímos. Volvió a abrazarme, para besar mis labios con aquel sabor extraño entre sus salivas, pero igual de libidinoso.

   —Dai-chan ¿Puedo continuar? —Me preguntó. No sabía exactamente a qué se refería, pero simplemente le dije que sí. —Me dices si te duele.

   Bajó una de sus manos y coló uno de sus dedos por mi ano, haciéndome saltar de la sorpresa.

   —Relájate o no podré hacerlo.
   — ¿Cómo quieres que me relaje? ¡Estás metiendo tus dedos por mi zona íntima! —Le recriminé. Afirmando mis dos manos en el escritorio, observando atentamente lo que estaba haciendo en mi entrada.
   —Ya verás que te gustará—Besó mi frente e instantáneamente me sentí protegido. ¿Cómo es que tenía tanto poder sobre mí?
   —Dolerá al principio, pero solo deja que acabe.

   Asentí, relamiendo mis labios. Sus dedos se introdujeron suavemente en mi interior. A veces los humedecía y para desquitar mi atención de allí, comenzó a felarme una vez más. Eran sensaciones tan nuevas. Dolor y placer en mi entre pierna, todo provocado por aquel muchacho. Al final, de eso se trataban las relaciones. No podía pedirle que no me dañara, porque yo también lo haría. Simplemente debíamos dejarnos llevar por el momento, cuidarnos y querernos ¿No?
   Ya tenía tres dedos en mi interior, moviéndose de forma más ágil. Besó mis gónadas y cuando se irguió, supuse que vendría algo más y así fue. Acomodó su miembro en mi entrada bastante ancha ya. Me penetró suavemente, pero fui yo quien lo abrazó y comenzó a moverse más rápido. El vaivén se trastornó y ahora estábamos dándonos estocadas tan fuertes como nuestros gemidos. El sexo resonaba en aquella habitación. Bajó sus manos hasta mi trasero y ante mi sorpresa me elevó, llevándome hasta su silla. Se sentó y me dejó caer encima de él. Comprendía el movimiento y me afirmé bien, para que mis caderas subieran y bajaran, dándonos goce.

   Me encantaba aquella posición; Porque podía ver su rostro, besarlo y estar un poco más arriba. Sentía cierto poder por sobre él. Su mano comenzó a masturbar mi miembro. Mi garganta estaba reseca tanto gemir, por lo que tragué saliva y fue cuando sus labios atraparon mi manzana de Adán, dejándole una gran marca. Sabía que después de esto, iba a querer matarlo; Pero ahora solo pensaba en disfrutar.

   Nuestro clímax se acercaba de una manera muy exquisita. Yo cada vez caía más fuerte por sobre Kei-chan y él apretaba con más fuerzas mi miembro. Apoyé mi frente sobre la de él. Cerré mis ojos y me dejé llevar, gimiendo por encima de sus labios. Él hizo lo mismo. Mi semilla se esparció entre ambos cuerpos, mientras que la suya llenaba mi interior, haciéndole cosquillas.

   Me afirmé de sus hombros un momento, intentando recuperar el aire. Mientras le daba besos inconscientemente a sus labios. Era verdad, aquello me había gustado y demasiado a decir verdad.
   Cuando al fin pude abrir mis ojos, él ya los tenía fijos en mí.

   —Te quiero, Dai-chan…—Le mordí sus labios, para que no volviera a decirlo de aquella forma. Tan provocativa, causando estragos en mi interior. Pero lentamente le fui soltando, repartiendo besos en su mejilla.

   Tal vez yo no podía decir aquellas palabras aún, pero de verdad las sentía. Él sonrió y me llevó hasta su cama. En donde nos quedamos mimándonos un rato más. No quería que ese momento acabase jamás.

   —Kei-chan, perdona la pregunta pero… ¿Lo habías hecho antes con otros hombres?
   —Sí…—Contestó con algo de miedo.
   —No me pondré celoso—Le dije divertido— Es solo curiosidad.
   —De hecho, cuando me peguntaste si tenía novia…
   —A eso te referías con “Algo así”, “Nada formal”. —Él asintió. —Ya veo…

   Me quedé pensando. En realidad sí me daba algo de celos saber eso, pero eran celos tontos y fuera de sentido así que no le di importancia. De todas formas, gracias a esas experiencias, Kei-chan tiene la pericia con la que hoy me practicó sexo y a decir verdad, fue prodigioso.

   —¿Y tú solo lo habías hecho con mujeres?
   —S-Sí…
   —¿Y qué prefieres? ¿Hombres o mujeres?

   La pregunta me dejó pensante. ¿Hombres o mujeres? Sabía la respuesta, pero no era eso lo que quería decir exactamente…


   —Solo contigo, Kei-chan.

6 comentarios:

  1. ;^; (??) mi kokoro, es enorrrrme, pero lo leí todo, porque me gustan tus historias, como escribes y tal <3. Me gustó mucho la historia, gracias por darle Inoodai a mi vida, a pesar de que era para la Nira uwu.
    Me gustó mucho, en serio <3

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    1. AYYYYYY ♥ Mi primer comentario y el mejorsh de todosh ♥♥♥ Gracias por leer, me haces feliz u3u y me encanta que te guste *3*!

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  2. Ay adoro el InooDai, sí, sí, ayer llegué y ya estoy acosando tus fics pero escribes hermoso *o*.
    Me gustó el fic 7u7, oie cy.

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    1. Jajaja ay que hermoso (': Me hiciste el día, de verdad ♥

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  3. ewe que suculento, vaya que tuvo de todo, pero lo que me encanto fue el final juju ❤ 👏

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